En este proceso de finalización entran en juego las posibilidades retóricas para facilitar que se construya adecuadamente el significado. La retorica ofrece sus ancestrales recursos orales, aunque hemos conservado mucho más los literarios, y no hemos desarrollado del todo icónico y audiovisual, para completar el discurso comunicado. Pero tampoco ninguna retórica, ni ampliada a la imagen o lo digital, puede garantizar la eficacia comunicativa. No era asunto de los oradores ni de los griegos la pragmática eficiente. La virtud del convencer, o al menos del persuadir, a través del buen decir se atribuía a los conocedores del hombre (filosofos) o, si se quiere, de los públicos (políticos).
La fuerza poética tiene su origen en la naturaleza que nos precede y a la que imitamos, en el grupo humano que nos conforma y protege o en nuestra propia identidad, a ratos innovadora, que se sale del tiesto y parece tener que decir algo a los demás.
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