Por lo menos entre los investigadores de comunicación, se suele plantear desde hace años si no se puede "ajustar" a la actualidad el concepto de esfera pública, propuesto por J. Habermas, y que suele salir en los medios y en las conversaciones.
Una de las versiones más exitosas, no sé si la más general, entiende que esa esfera es el espacio social en que se forma la opinión pública por acción de los medios de comunicación y de las industrias culturales (en línea con la tradición de la Escuela de Frankfurt que estamos recordando en otro de mis cursos).
Creo que entendemos que Howard Rheingold cambiara sus clases en Bekeley y pasara algunas horas de autopista para oir a Habermas en Stanford y plantearle la pregunta en el aire.
Rheingold se muestra muy insatisfecho con la idea de Internet en el anciano filósofo, porque sin ajustar los rasgos digitales de la esfera pública, tampoco aplaza el debate ni ofrece líneas para seguir con la cuestión. No es el primero ni el único intelectual al que le pasa algo parecido. Pero disculpo algo más que Rheingold la evasiva. En las coordenadas en las que formula Habermas el consenso o la teoría de la acción no hay muchos paralelismo con la capacidad individual que median las tecnologías actuales de información y comunicación. Los caracteres generales que los sociólogos atribuían a grupos o colectivos no son directamente aplicables a las redes sociales o comunidades virtuales. Podemos empeñarnos en actualizar fragmentos del pensamiento anterior o preferir las nuevas terminologías para los nuevos fenómenos. Pero unos y otros deben terminar entendiéndose, por coherencia y para salvar la comunicación entre culturas diferentes. Pero la tarea es ardua y no se le puede pedir a quien no tiene experiencia del otro lado. Otros gurús de la Internet actual han quedado en experiencias anteriores a usos más actuales de las redes. Reunir destrezas en ambos mundos puede ser algo apresurado todavía. Podemos seguir usando categorías semi-nuevas como la de comunidad virtual de Rheingold manteniendo la pregunta por su parecido con los conceptos y modelos societarios anteriores. Ya sólo con la pregunta mantenemos una mínima comunicación entre los dos mundo intelectuales, el culturalista y el digital. Y en beneficio de ambos.
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