En mi opinión los que más han desarrollado la conciencia medioambientalista han sido los depredadores industriales: tras cada catástrofe (muchísimas en los últimos cincuenta años) han ido sembrando la experiencia en los corazones, y nada decide tanto como una pena sufrida de cerca.
El periodismo medioambiental ha aportado algo en este cambio de la conciencia consumista destructora. Pero ya conocemos sus limitaciones.
Si este año científicos y divulgadores, como Al Gore y el Panel Intergubernamental de Cambio Climatico (IPCC) de la ONU reciben el premio Nobel de la Paz por su defensa de la naturaleza global, hay que pensar que los pequeños informadores globales, los blogs, también tienen que felicitarse por ello. Y no sólo los blogs especializados en ecología.
Desde mi experiencia con estas asociaciones diría que el ecologismo tiene tres batallas tantas veces perdidas. Para mí son piedras de toque para distinguir entre el movimiento verde y los partidillos verdes o "cosas de chiquillos", como dice mi amigo Pablo Oitabén, el cuidador del bosque de Ridimoas (y presidente de su asociación).
El ecologismo termina en cosas de chiquillos cuando sueña
- convertirse en partido político
- llenar los primeros minutos y portadas de los medios
- alcanzar su destino como movimiento popular
2. los medios juegan con sus gabinetes de comunicación y desesperan a los que trabajan por difundir noticias verdes y peligros a las masas y por medios masivos
3 la gente termina viendo el "catastrofismo" de los verdes como enemigo de la industralización y el progreso y
los ecologistas de partido ven por todos lados un complejo social extendido, que llaman el efecto nimby (Not in my Back Yard: no quiero la mierda en mi patio trasero).
El efecto Nimby es una fuerte contestación social ante un beneficio en el fondo deseado, como la instalación cercana de un aeropuerto (english wikipedia). La incoherencia de las generaciones urbanas en la postindustrialización es cada día mayor. Concedo. Pero como dicen los 800.000 afectados por la nueva T-4 de Madrid-Barajas, con ella cerca enferman, no pueden vivir en una permanente campana de ruido.
Tengo por bastante razonables a mis congéneres y sé que somos cada vez más los ciudadanos con compostadores caseros y cubos para recogida selectiva de residuos en nuestros patios trasero. No los tengo debajo de la nariz, pero sé que me toca separar y reciclar hasta donde puedo.
Como cuando hace publicidad del terrorismo, el periodismo audiovisual e impreso prestan flaco favor al ecologismo cuando incitan al consumo irresponsable o ridiculizan la conciencias solidarias. En esa desinformación se genera la marea de blogs verdes que están sustituyendo la antigua función informativa que no llega a cumplir el periodismo. Y así tenemos periodismo ambiental, donde no hay periodistas y no hay ambientalistas en las empresas de comunicación.
Como el industrial inmoral de los '60, los nuevos responsables de las políticas medioambientales pueden ser los actuales depredadores del planeta: porque se autorizan gestores de residuos sin garantías, porque se admite el tráfico y la acumulación de residuos tóxicos y peligrosos, y porque se quitan los problemas del despacho con la misma soltura con que se planifica la ampliación de un aeropuerto.
De mis maravillosos años en las islas afortunadas recuerdo un dicho popular, sabio de nuevo. Corría una leyenda urbana de los informes técnicos sobre las posibles localizaciones para un aeropuerto en la isla de Tenerife. Los expertos contestaron con una cruz en el mapa. La leyenda decía: en cualquier sitio, menos donde está marcado, el único punto de la isla con nieblas, lluvias frecuentes y fuertes vientos laterales debido a los alisios y al Teide. El político de turno, no llegó a leer el faldón y ordenó que construyeran ese aeropuerto para los días impares que tenemos en bonitos parajes de Los Rodeos.
Addenda por el blog action day: en los rankigs americanos hablan de los top 35 en ecología y de Hugg, el eco-menéame (ReadWrite blog)
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