Cuando alguien en tu clase no reconoce el nombre de una organización, de las grandes, las cosas no le van bien a la corporate. Paul Graham se explica que en nuestras aulas no suenen los grupos que vitoreamos hace unas décadas. Pero que alguien te diga que no sabe qué es Microsoft te para en seco. Por muchos sistemas operativos y escritorios que aparezcan en los nuevos equipos que se venden.
Graham da razones de competencia (Google) y de fallos estratégicos (conquistar el escritorio). Mark Federman coincide en el diagnóstico con otros síntomas. Como a otras "abuelitas" que no hemos retirado el Windows de algunos sitios, o seguimos utilizando el Blogger (quizá romanticismo), a los peatones en autopistas de información, la cuestión no afecta a nuestros inexistentes valores en bolsa, ni a los consejos de administración de los que no formamos parte.
Como la historia del final de IBM, el desenlace de Microsoft conserva el morbo de la decadencia de un modelo de pionerismo, estratégico y de despacho, que desde distintos lados se ve como insostenible. Refiriendose al diseño industrial, Alan Cochinov propone el Manifiesto de las 1000 palabras (inglés): no hagamos más cosas, sin saber para qué, cuando pocos realmente nos lo piden y parece que no beneficia a nadie. Diseñar con sostenibilidad, gestionar mirando el contexto, el universo que nos rodea.
En la historia de la tecnología que recuerdo, hay mucho salto y pocas constantes. No sé si a otr@s os parece igual. Pero de lo más sintomático es la ruptura con su tiempo cuando pretenden dirigirlo. Cuando no es tema de conversación, en el café y en la Red o ha sido incorporado y digerido, todos estamos más o menos en el ajo, o está empezando ser desechado. Más que el tratamiento terminal o los ritos funerarios, en mis recuerdos prefiero ver cómo se observan las crisis, si se ensayan modos de prevención o de volver a conectarse a su época.
Ante afecciones de desconexión, cansancio de la producción o agotamiento energético, desorientación e improvisación sin mucho tino, al pobre tecno usuario se le ocurren cosas de progrullo: a escuchar, mirar y fijarse en lo que necesitamos y cómo lo usamos. Yo aconsejaría probar más las propias "medicinas", pero al menos el mismo tiempo y atención sobre otros servicios web gratuitos.
No se me entienda que soflamo con la "vuelta al garaje". Pero del garaje encumbro una intención comunicable, esos impulsos resultan bastante más fáciles de compartir que las campañas globales para que nos creamos sus últimos cacharritos. Da que hablar lo primero y no lo segundo, en el café o en su ciberespacio. En los grandes proyectos corporativos, el golpe de timón no siempre es posible o hay valor para darlo. En la biografía personal tampoco podemos retroceder o hacer que no haya sido lo que pasó. De todos modos tenemos, hay cierto margen de maniobra para la prevención y la defensa de nuestros ambientes. Tirar "hacia adelante" en momentos críticos sólo rompe los lazos que quedaban. Antes seremos criticados, dirán de todo, pero no de lo mejor, por favorecer un consumo desinformado, por contaminar para nada, sin ánimo de reciclar. Si no puede hacerse una gestión integrada en la sociedad, por lo menos debería ensayarse una gestión ecológica. En los peores momentos, al menos la generosidad de probar las nuevas fórmulas. Algunas grandes andan con este tipo de experimentos. Que cunda su ejemplo. Si no se reconduce la situación al menos hará un huequecito en la historia de la tecnología y los demás les quedaríamos muy agradecidos.
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