No tengo mucha afinidad con textos empresariales, así que cuando me introducen en esos foros suelo terminar encerrado en discusiones aún más farragosas que las políticas. No sé si es ignorancia o distancia. Esta vez desencadené la tormenta cuando comentamos una entrevista a una modelo en eso del liderazgo empresarial, preside IBM Spain, entrevistada por un consultor profesor del IESE, Luis Huete (entrevista en Cinco Días, íntegra en el blog). Atribuía su éxito personal (logro lo llaman ellos en la jerga profesional) al esfuerzo y los valores personales junto a las lecturas y otras formas de cultivo subjetivo a lo que añadían, al final de la entrevista, el impacto de la cultura corporativa.
No había pensado en cómo se llevan la afición a la biografía y la cosmovisión de una multinacional formando sus cuadros directivos. Me abre un horizonte cultural que en años de lecturas y de esfuerzo personal no se me había pasado por las mientes. Tenía la cultura corporativa como algo más externo y ritual. Tan encima como la americana o la corbata. Cuando me encuentro con este tipo de declaraciones que expiran la encarnación empresarial en una parte de uno mismo me sobrecojo. Conozco casos de Japón que me parecen extremos. No sólo diferencia cultural, sino una exceso para lo que puede y debe ser la vida humana. Algo tan desorbitado como el analfabetismo hoy.
Las declaraciones de ejecutivos que regalan sus pistas para que pisemos seguros sobre ellas, ofrecen claves no siempre reproducibles. Un Know How que no hay quien lo repita. Y mucho menos de éste lado del océano. Salvo que Venus vuelva cruzarse con Saturno mañana por la tarde.
Pienso que se puede simular y anticipar una situación de toma de decisiones, pero la experiencia y la vivencia personal no tiene replay. No se puede rebobinar.Y en el acierto, si lo hay tienen tanto que ver los árboles matemáticos o los protocolos multinacionales como los astros este atardecer.
Si la experiencia fuera tan transmisible, IBM serguiría fabricando equipos para empresas y eso ya no lo veremos en adelante.
En verdad, monté el torbellino por afirmaciones aún más cuestionables. Dudo que la micro-empresa, el 80% dónde se genera la riqueza en éste y otros países, pueda mostrar una cultura empresarial. La distribución y los servicios que nos rodean llevan la marca y el arrojo de los emprendedores y lanzados locales, sin formación directiva institucionalizada, ni ritos internacionales. El personalismo puede incluso considerarse inculto desde la altura y la distancia de los manuales de comportamiento y maneras de dirección de las contadas, cambiantes y tranplantables instituciones megacorporativas.
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