Vuelvo a inspirarme en Tinta Digital, en su serie reciente sobre periodismo y objetividad. Entiéndaseme con el espíritu deconstructivo que no me puedo quitar de encima.
Empieza Eugenio Martínez R. diciendo que el periodismo no nació objetivo, sino más bien ideológico. Y lo puedes comprobar ojeando los ejemplares más antiguos en el museo de tu ciudad. Tus convecinos periodistas buscaban influencia política desde oposiciones predemocráticas en muchos casos. Serían ancestros de periodismo alternativo, si estiramos la categoría.
Las firmas de estas gacetillas además querían reconocimiento literario. La literariedad del periodismo y al periodismidad de la literatura están ahí y vinieron para quedarse.
La objetividad embrionaria vió la luz con la mayoría de edad, de público se entiende, de las paginillas político-literarias. El periódico se hizo producto de una la industria, de una empresa lucrativa. Por muy barato que cobres al pequeño diario, han de cubrirle al menos los pañales de la credibilidad. Sino quién pagaría por errores y mentiras... Matamos además el espacio para los huevos de oro: los anuncios.
El adolescente periódico sale con libros y con profesores que explican cómo se ha hecho mayor y que investigan sus condiciones, sus valores. Ojo, que hubiera sido adelantar medio siglo, si se hubiera dicho que la información públicada no era la realidad social, política, económica... Esto va siendo cada vez más evidente, entonces no se veía. A lo mejor se quiso forjar al chaval y a sus profesionales en las viejas culturas de la verdad que alumbraron al occidente.
Pero nuestro espejo se rompió. Al principio en los trozos pequeños, pero que se metían por todos los lados, de la radio. Luego esa gran pantalla fragmentaria, sucesiva. Que aporta el lugar de los hechos y la mano portando una cebolla que nos va a llevar al evento. Y por aquí ve Martínez la necesidad de una competencia entre medios, prensa y televisión por la objetividad. Pudo agravar, en cualquier caso.
La madurez del periodismo empresarial tiene problemas para mantener la teoría, y menos aún, la práctica diaria y colectiva de una información objetiva. Y encima tenemos en los bolsillos imagen y sonido, difunde por las esferas y se parece y funciona de forma más o menos parecida, a la que produce la industria informativa. Creo que al periodismo le está pasando cierta factura esta invocación enaltecida de la objetividad.
Los comienzos de la blogosfera tiene parecidos razonables con los de este esbozo del ciclo del medio periodístico. Alternativos, literarios ( artistas sonoros y visuales)...se sienten en todo o en parte los bitacoreros. ¿Nos curará de esa experiencia periodística criticar la objetividad como está al uso en tantas tintas digitales?
Empieza Eugenio Martínez R. diciendo que el periodismo no nació objetivo, sino más bien ideológico. Y lo puedes comprobar ojeando los ejemplares más antiguos en el museo de tu ciudad. Tus convecinos periodistas buscaban influencia política desde oposiciones predemocráticas en muchos casos. Serían ancestros de periodismo alternativo, si estiramos la categoría.
Las firmas de estas gacetillas además querían reconocimiento literario. La literariedad del periodismo y al periodismidad de la literatura están ahí y vinieron para quedarse.
La objetividad embrionaria vió la luz con la mayoría de edad, de público se entiende, de las paginillas político-literarias. El periódico se hizo producto de una la industria, de una empresa lucrativa. Por muy barato que cobres al pequeño diario, han de cubrirle al menos los pañales de la credibilidad. Sino quién pagaría por errores y mentiras... Matamos además el espacio para los huevos de oro: los anuncios.
El adolescente periódico sale con libros y con profesores que explican cómo se ha hecho mayor y que investigan sus condiciones, sus valores. Ojo, que hubiera sido adelantar medio siglo, si se hubiera dicho que la información públicada no era la realidad social, política, económica... Esto va siendo cada vez más evidente, entonces no se veía. A lo mejor se quiso forjar al chaval y a sus profesionales en las viejas culturas de la verdad que alumbraron al occidente.
Pero nuestro espejo se rompió. Al principio en los trozos pequeños, pero que se metían por todos los lados, de la radio. Luego esa gran pantalla fragmentaria, sucesiva. Que aporta el lugar de los hechos y la mano portando una cebolla que nos va a llevar al evento. Y por aquí ve Martínez la necesidad de una competencia entre medios, prensa y televisión por la objetividad. Pudo agravar, en cualquier caso.
La madurez del periodismo empresarial tiene problemas para mantener la teoría, y menos aún, la práctica diaria y colectiva de una información objetiva. Y encima tenemos en los bolsillos imagen y sonido, difunde por las esferas y se parece y funciona de forma más o menos parecida, a la que produce la industria informativa. Creo que al periodismo le está pasando cierta factura esta invocación enaltecida de la objetividad.
Los comienzos de la blogosfera tiene parecidos razonables con los de este esbozo del ciclo del medio periodístico. Alternativos, literarios ( artistas sonoros y visuales)...se sienten en todo o en parte los bitacoreros. ¿Nos curará de esa experiencia periodística criticar la objetividad como está al uso en tantas tintas digitales?
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