A las cuatro de la tarde en Pereiró, Vigo enterraremos a José Tojo Suárez. Catedrático de ingeniería química y aglutinador de Nova Universidade, una plataforma de renovación universitaria en la que encabezaba una candidatura al Rectotrado de la Universidad de Vigo. Murió a los 48 años después de encontrarse mal en un partido de tenis. Con dos años más, le había pasado algo parecido a su padre.
Para los más allegados y los amigos, es aún más duro conociendo lo que había conseguido en su vida personal. Profundo y sincero en el trato, ha sabido recoger alegrías y problemas de los demás y devolverlos, en el peor de los casos, con un sonrisa. Queda constancia de este carácter en la mayor parte de sus fotografías.
Para los colegas y compañeros en la universidad quizá destaque más su talento, su saber hacer. No es un profesor ni un investigador corriente, pero no le gustan las bazas personales. No al menos para dar la vuelta de tuerca que es urgente en esta maltrecha institución universitaria.
Otras voces han venido coreando una universidad resucitada por las leyes, ¡y encima por leyes europeas (¡Malhadada Bolonia!)! Para Tojo, la pequeña universidad se tiene que refundar para seguir siéndolo tras sus crisis. Sin personalismos ni jugueteos con los medios o los partidos. En las elecciones de 2002, yo prefería una campaña algo más efectista, con ejemplares salpicaduras personales. No sólo porque ser moneda habitual en electoralismo, sino porque realmente creía que teníamos fuertes bazas personales y compromiso real en la candidatura que presentábamos. En una, quizá varias conversaciones, distendidas, a cualquier hora, discutíamos el quid institucional. No se trata de inventarnos nada, venía a decir. Volvemos a los orígenes, vinimos aquí para enseñar e investigar, repetía. Habrá que hacerlo de modo que nuestros alumnos aprendan, pero el criterio o la medida tampoco la pueden dar ellos. Tienen que ser los profesores, y los auxiliares de la docencia y de la investigación, quienes compartan unos valores científicos y profesionales. Si no vamos a por lo mismo, dan igual los programas presupuestarios y los objetivos mediáticos. Habrá universidad si se innova por enseñar e investigar. Y eso tienen que notarlo las sociedades del sur de Galicia que nos mantienen.
Así me explico ahora, por qué salí de mi encarcelamiento voluntario en aulas y laboratorios, a lidiar una campaña electoral que era casi conservacionista: "por unha universidade innovadora, docente e investigadora" decía el eslógan. En las apretadas jornadas de esas elecciones me equivoqué en otras cosas. Jose acertó en el eje de la campaña y en lo que había que decir. No siempre tienes la suerte de vivir en una institución con un depurador y catalizador de sus mejores posibilidades. A la universidad no le pasa nada que no les pase a los partidos políticos, los ayuntamientos... Casi hasta se parecen las mil prebendas, las infinitas rutinas. Lo que otros no han tenido es la suerte de sentir viva y con futuro una institución como la Universidad de Vigo. Al menos en esa gracia, ese gran favor, me gustaría reconocerle.
Daniel Martí
Para los más allegados y los amigos, es aún más duro conociendo lo que había conseguido en su vida personal. Profundo y sincero en el trato, ha sabido recoger alegrías y problemas de los demás y devolverlos, en el peor de los casos, con un sonrisa. Queda constancia de este carácter en la mayor parte de sus fotografías.
Para los colegas y compañeros en la universidad quizá destaque más su talento, su saber hacer. No es un profesor ni un investigador corriente, pero no le gustan las bazas personales. No al menos para dar la vuelta de tuerca que es urgente en esta maltrecha institución universitaria.
Otras voces han venido coreando una universidad resucitada por las leyes, ¡y encima por leyes europeas (¡Malhadada Bolonia!)! Para Tojo, la pequeña universidad se tiene que refundar para seguir siéndolo tras sus crisis. Sin personalismos ni jugueteos con los medios o los partidos. En las elecciones de 2002, yo prefería una campaña algo más efectista, con ejemplares salpicaduras personales. No sólo porque ser moneda habitual en electoralismo, sino porque realmente creía que teníamos fuertes bazas personales y compromiso real en la candidatura que presentábamos. En una, quizá varias conversaciones, distendidas, a cualquier hora, discutíamos el quid institucional. No se trata de inventarnos nada, venía a decir. Volvemos a los orígenes, vinimos aquí para enseñar e investigar, repetía. Habrá que hacerlo de modo que nuestros alumnos aprendan, pero el criterio o la medida tampoco la pueden dar ellos. Tienen que ser los profesores, y los auxiliares de la docencia y de la investigación, quienes compartan unos valores científicos y profesionales. Si no vamos a por lo mismo, dan igual los programas presupuestarios y los objetivos mediáticos. Habrá universidad si se innova por enseñar e investigar. Y eso tienen que notarlo las sociedades del sur de Galicia que nos mantienen.
Así me explico ahora, por qué salí de mi encarcelamiento voluntario en aulas y laboratorios, a lidiar una campaña electoral que era casi conservacionista: "por unha universidade innovadora, docente e investigadora" decía el eslógan. En las apretadas jornadas de esas elecciones me equivoqué en otras cosas. Jose acertó en el eje de la campaña y en lo que había que decir. No siempre tienes la suerte de vivir en una institución con un depurador y catalizador de sus mejores posibilidades. A la universidad no le pasa nada que no les pase a los partidos políticos, los ayuntamientos... Casi hasta se parecen las mil prebendas, las infinitas rutinas. Lo que otros no han tenido es la suerte de sentir viva y con futuro una institución como la Universidad de Vigo. Al menos en esa gracia, ese gran favor, me gustaría reconocerle.
Daniel Martí
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