16 noviembre 2006

4.- La recuperación de sí mismo en los derechos democráticos (Jacinto Choza)

Cuando Abraham llega a Egipto y a Canaán, cuando Ulises llega a la isla de los Feacios, cuando Eneas llega a Italia, cuando Abderraman llega a Al-Andalus, se abre una esperanza y pueden sobrevivir, pero al principio lo hacen como indigentes, como suplicantes, como sirvientes, hasta que llega el momento de mostrar sus capacidades, sus talentos, su poder, y cuando lo hacen, poco a poco empiezan a ser percibidos como alguien, empiezan a ser apreciados, valorados, hasta que llegan a sobresalir.

Cuando sobresalen son alguien, llegan a tener las mismas prerrogativas que los demás, o incluso más, si han obtenido más reconocimiento. Pero entonces... ¿siguen siendo ellos mismos o son ya otros? ¿Se trata de una formación humanística realmente o de una transformación en la que han perdido aquella referencia por medio de la cual sabían quienes eran?

Cuando José Bonaparte quiso imponerle a los españoles una constitución democrática y éstos se rebelaron, como pueblo espontáneo, sin jefes legítimos, lo hicieron porque defendían su identidad. Hegel comenta que no estaban maduros para una democracia, y que su espíritu no estaba en condiciones de construir y percibir la unidad como resultado de la diversidad. Algo muy parecido ocurrió en Argelia a finales del siglo XX cuando el pueblo rechazó democráticamente una constitución democrática.

Una constitución democrática es el diseño de un mundo donde todos los hombres tienen los mismos derechos, los derechos humanos, las mismas posibilidades formales, donde todos son iguales... ante la burocracia, como Weber señaló[1], o sea, un mundo racionalizado y desencantado, en el que el ideal es el hombre que se hace a sí mismo, el individuo como abstracción, la muchedumbre de individuos solitarios.

En ese mundo los advenedizos indigentes pueden ser de nuevo sí mismo, pero, ¿en calidad de qué, de quienes? Para ser sí mismos, ¿tienen que renunciar para siempre a lo que era para ellos casa, hogar, familia, clan y tribu, gremio e iglesia? ¿Se encuentran de veras a sí mismo en su DNI, en su cuenta corriente, en su carnet de conducir, en su tarjeta de la Seguridad Social?

Esos documentos, ¿valen realmente más que Ur, más que Ítaca, más que Troya, más que Damasco? Pagar todo aquello por estos documentos, ¿es un precio que compensa?



[1] Cfr. I. Aymerich, Sociología de los derechos humanos. Un modelo weberiano Contrastado con investigaciones empíricas, Universidad de Valencia, Valencia, 2001.

Fuente (pro manuscrito): Jacinto Choza Armenta, comunicación intercultural, sevilla 2006

1. La cultura como medio comunicativo en la socialización primaria.

2.- Formación humanística y éxodo. Universalismo y desarraigo.

3.- Alienación, incomunicación y fundamentalismo.

4.- La recuperación de sí mismo en los derechos democráticos.

5- Nueva identidad verdadera y falsa. La realización del sí mismo en la comunicación.

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