E. Bustamante presenta a Philip Schlesinger de la Universidad de Glasgow.
Comienza señalando lo caduco del concepto de soberanía nacional. Junto a un contexto de relaciones inter y supranacionales crecientes. Desde el análisis encontramos las diferencias y la especificidad. El contexto comparativo debería aportar también una perspectiva de la economía creativa, de las propuestas de innovación cultural. La digitalización, al menos en el Reino Unido, está haciendo converger formatos e industrias antes separados. Incluso ve el paso de la industria a la economía de la creación. Las políticas culturales se ocupan de la imagen generada, en la creatividad de la transformación, del renacimiento, más banal, de un Cool Britanian. Cita la pervivencia y relevancia actual de los mapas de industrias creativas británicas que se hicieron hace años. En aquellos años el objetivo el explotar el rendimiento económico visible de estos proyectos. Con el tiempo, sigue diciendo, separación de artes y comunicación cada vez tiene menos sentido. Web Research Foundation entre otros think tanks ha sido reclamado para la evaluación reciente de la economía creativa, probablemente desde otros parámetros y hacia mercados digitales secundarios. Los nuevos informes vinculan la economía creativa con los centros de secundaria y en general con jóvenes. Pero en realidad toda industria debería convertirse en organización creativa. Las ideas se difuminan y parece perderse el entronque cultural del que partía.
El segundo ponente es Ramón Zallo Elguezabal, con una amplia producción sobre industrias culturales. Habla de explosión de la economía de la cultura: investigaciones de todo tipo, macro de gestión comuncativa, académica, aplicada o incluso ensoñaciones alternativas. El lado económico brilla más y se pierde algo del tono crítico. Se ha desplazado de la cultura a los creativo como explicaba el ponente anterior. La innovación no contiene todos los sentidos de la cultura, sobre todo para imponer modelos sociales o perfilar el plan para una ciudad. También tiene que tejer la socialidad previa desde las propias tradiciones, no sólo destacar las novedades y menos conformarse apostar por convertirse en industria cultural. Según los proyectos culturales así se están construyendo cada modelo o tipo de observatorio cultural. También se fija en el problema de la propiedad intelectual y los diferentes modelos de sociedad que se enfrentan en el fondo del conflicto.
Las políticas culturales estatales desde la transición española sólo han beneficiado grandes grupos, han sido erraticas, caras, ineficientes, sin control en los contenidos e interfiriendo con la actividad social y creativa. No estará demás que después de las políticas de igualdad, busquemos políticas de diversidad. Sin una cultura propia y un tejido económico en ese mercado cultural la oferta no permitiría elecciones realmente libres ni locales. Con atención tanto a los innovadores, creadores, como a los destinatarios y usuarios finales de los servicios culturales al final de la cadena del valor o al principio en la economía de la atención. Propone como fórmula, la que intenta desarrollar en el País Vasco, la gobernanza, la codecisión que legitima estas políticas culturales.
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