Le atribuyo (no en solitario) la caída del objetivismo ingenuo, de ese realismo casi infantil de que las cosas son así porque yo lo digo.
A altas horas y pendiente de los asuntos de mañana cedo la palabra a los textos de Adolfo Vasquez Rocca y la entrada de Daniel López Salort en Konvergencias:
Como era de esperarse, tras el fallecimiento de Richard Rorty, numerosos artículos y estudios comienzan a circular en la red, referidos a la trayectoria y análisis de este pensador. En Konvergencias, en Octubre de 2005, publicamos Rorty o la filosofía como género literario, con la firma de Adolfo Vásquez Rocca, nuestro Director del Consejo Consultivo Internacional.
Ahora, más allá de todo ello, queremos destacar que entre los comentarios suscitados por su deceso, merecen destacarse los realizados por Jürgen Habermas y Gianni Vattimo.
El primero destacó su capacidad que “no conozco a nadie que igualara en Rorty en lo que tenía que ver con enfrentar a sus colegas –y no sólo a ellos, en realidad- con nuevas perspectivas, nuevas comprensiones y nuevas formulaciones”. Y renglones antes dijo (en Süddeutsche Zeitung): “Entre los duelos con los mejores entre sus pares –Donald Davidson, Hillary Putnam o Daniel Dennett- él era fuente constante de los argumentos más sutiles y sofisticados” (traducción de Silvia S. Simonetti).
Vattimo, por su parte, destacó su pensamiento en lo que respecta a que “El único modo de saber si estoy en lo verdadero o en lo falso no es tanto mirar ‘objetivamente’ las cosas (además, ¿cómo haría?), sino más bien ponerme de acuerdo sobre esas cosas con la comunidad en la que vivo”. Y agrega más adelante: “La filosofía, sin embargo, es más bien un género literario, un discurso que propone interpretaciones del mundo que dialogan con otras interpretaciones. En el diálogo se produce esa ‘edificación’ en la que consiste la cultura que da sentido a la existencia” (La Stampa, traducción de Cristina Sardoy)
Como me entero tarde ya hay muchas síntesis en blogs de lo que ha supuesto
8 comentarios:
Un Artículo inédito sobre RICHARD RORTY
Adolfo VásqueZ Rocca PH. D.
RORTY Y FREUD;
LA REDESCRIPCIÓN DE LA IDEA CLÁSICA DE SUBJETIVIDAD
Dr. Adolfo Vásquez Rocca
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso - Universidad Complutense de Madrid
1. Introducción
La modernidad inauguró con Descartes no sólo una nueva perspectiva sobre la naturaleza, en la cual ésta aparecía despojada de todas las cualidades con las que la había adornado el aristotelismo tardío, sino también una nueva concepción de la subjetividad, en la cual el yo quedaba reducido a mera res cogitans, a mera ‘cosa pensante’. De manera obvia para Descartes y la tradición que le seguirá, en la subjetividad no existen elementos no conscientes. La crítica de esta idea clásica de subjetividad alcanza en Freud un lugar no superado por ninguna filosofía de cuño clásico. No obstante, puede hablarse mejor con Rorty no tanto de una crítica como de una redescripción: el léxico que instaura Freud todavía resulta imprescindible en toda aproximación contemporánea al fenómeno de la subjetividad si bien comienza a ser no tan criticado sino, más bien, dejado a un lado. Es cierto que encontramos en la moderna tradición filosófica fuertes críticas a esta idea, por ejemplo en el caso paradigmático de Hume, pero lo que en Hume aparecía como disolución de la unidad del yo en una suma de percepciones acaba siendo reformulado por Freud como la forma emergente, precaria y necesaria a efectos adaptativos, de una instancia inconsciente anterior y más fundamental. El hecho de que las ideas de Freud hayan llegado a convertirse en un verdadero “apriori cultural” es lo que justificaría no sólo su adopción simplificadora por la conciencia popular, sino también el hecho de que hayan tenido repercusiones en el terreno filosófico del siglo XX y, en particular, en autores como Michel Foucault y Richard Rorty.
Lo que nos proponemos ahora es, primero, recordar las ideas fundamentales que otorgaron al psicoanálisis su dimensión revolucionaria; segundo, examinar los presupuestos epistemológicos de Freud con vistas a calibrar la profundidad de su crítica de la idea clásica de subjetividad o su redescripción; en tercer lugar, revisar el tratamiento de la subjetividad que Freud lleva a cabo en tres obras conectadas: Más allá del principio del placer, El yo y el ello, la cual expone la estructura definitiva de la subjetividad conocida como ‘segunda tópica’ y Neurosis y psicosis; por último, nos detendremos a comprobar la influencia de las ideas de Freud acerca del yo en la obra de Richard Rorty teniendo particularmente en cuenta su concepto de contingencia.
2. Los fundamentos epistemológicos del preparadigma freudiano.
Antes de desarrollar su particular concepción del yo, tal y como aparece en sus obras más maduras, deberían recordarse las tres ideas fundamentales sobre las cuales descansa la importancia revolucionaria de la teoría de Freud y que le supuso el ser comparado con figuras como Copérnico, Darwin o Marx. Son las siguientes:
1) La idea de que la conducta manifiesta (u observable) de los individuos depende de causas latentes, las cuales son inconscientes y, en su mayor parte, de naturaleza sexual.
2) La idea de que los hombres no pueden conocer el significado exacto de muchas de sus acciones porque tal significado depende de mecanismos inconscientes.
3) La idea de que la comprensión supuestamente científica del desarrollo psicológico de los seres humanos y de su conducta se halla vinculada a la aceptación de la sexualidad y la agresividad como sus principales factores explicativos.
Con todo, el impacto revolucionario se produjo especialmente a partir de la convergencia y la peculiar torsión que adquirieron en la obra de Freud toda una serie de tradiciones científicas y filosóficas que circulaban en el contexto cultural decimonónico sin haber sido integradas por nadie en particular. Por ejemplo, la medicina que hubo de aprender Freud estaba, a mediados del siglo XIX, en el trance de especializarse sobre modelos biológicos y químicos con vistas a combatir las enfermedades y, entre éstas, también las mentales. No obstante, tales modelos dejaban siempre fuera la personalidad global del enfermo, la cual, en todo caso, era considerada si el médico creía que era necesario humanitariamente tenerla en cuenta. La obra de Freud representa, dentro de la medicina, la recuperación de la visión global del enfermo y, dentro de ella, de la dimensión psicológica. Sería Freud el que recorrería él mismo el camino desde la bioquímica a la psicología recuperando para la nueva medicina que se abría paso, y también para la psicología, la personalidad del enfermo.
Por lo que respecta a la psicología, hay que mencionar que la obra de Freud aparece en un contexto de crisis del wundtismo (a Wundt se le considera el fundador de la psicología científica desde la fundación de su laboratorio en Leipzig en 1879) y en contraste con la escuela de la Gestalt y con el conductismo clásico de Watson. Ahora bien, la obra de Freud no responde explícitamente a las insuficiencias de estas posiciones ya que aparece claramente al margen de los debates de los psicólogos experimentales de finales del XIX.
Con todo, el psicoanálisis sí que tendrá en cuenta aspectos que estas posiciones dan por supuestos o no examinan suficientemente: en particular, ni Wundt ni Watson llegaron a preguntarse por el encadenamiento biográfico, la dinámica o el significado inmanente de las conductas (ya que sólo consideraban adecuado y científico el estudio de la conducta observable), mientras que el psicoanálisis encuentra en todos estos elementos un filón para la teorización; por otra parte, los teóricos de la Gestalt, concentrados en el análisis de las estructuras de la percepción, no examinaron ni la génesis de los contenidos psicológicos ni tampoco sus significados, mientras que la teoría de Freud puede valorarse como la primera en ofrecer una descripción del origen y el desarrollo de la personalidad así como de la donación subjetiva de significados a los contenidos mentales (incluso a aquellos que parecen más alejados de tal posibilidad: los sueños). A pesar de que aquí trataremos de mostrar la crítica que del psicoanálisis se desprende hacia la idea clásica de subjetividad, no deja de resultar curioso que durante un buen número de años ésta fuese la única propuesta teórica dentro de la psicología que contemplara como digno de estudio al sujeto y su consciencia.
¿Sobre qué presupuestos epistemológicos se apoyó Freud para proponer su teoría? De entrada, podemos afirmar que Freud compartió el enfoque de su maestro, el fisiólogo Brücke, así como el de Darwin y el de John Stuart Mill (a quien llegó a traducir al alemán), por lo que respecta a cómo debía ser la ciencia. Este enfoque combinaba el mecanicismo, el determinismo radical y una fe absoluta en la observación empírica desprejuiciada. Como sostiene Caparrós: “[...] Freud pretendió ser siempre, además de médico y terapeuta, un científico nomotético –no idiográfico- que aspiraba a la generalización, a la explicación y al hallazgo de regularidades psicológicas.”
Su método clínico suponía el estudio exhaustivo de cada neurosis y, en base a las observaciones realizadas, formular hipótesis generales que se habían de verificar en nuevas observaciones. La curación de los pacientes se vinculaba a una interpretación, generada a partir de las generalizaciones teóricas, del material que aportaban los propios pacientes a través de la libre asociación. La interpretación que se propone en cada caso dota de sentido a los síntomas que hasta ahora permanecían opacos y los retrotrae a su origen en la infancia y, particularmente, en algún trauma de índole sexual. Alcanzar la consciencia de ese significado oculto hasta ahora para el paciente significa no sólo su curación sino también la recuperación de su identidad.
Un segundo elemento a tener en cuenta es el determinismo (La idea de que todo lo que existe, aunque sea irracional, tiene una causa). Freud se lo debe sobre todo a Brücke, su profesor de fisiología, y a la admisión de las ideas de Darwin. Freud aplicó el determinismo al psiquismo y sin él no hubiera podido mostrar el sentido inconsciente de los síntomas neuróticos, de los sueños y las fantasías, de los actos fallidos, de la sexualidad infantil, etc... También de Brücke y de Helmholtz tomó su fe monista, su convencimiento de que todo fenómeno era reducible a fuerzas físico-químicas de carácter inorgánico. Como Helmholtz, creía que la naturaleza tenía una energía básica transformable en varias modalidades (térmica, eléctrica, etc.), energía que era a la vez la razón última de su dinamismo y de sus cambios. En este sentido, Freud propone una energía mental (libido) cuyas fluencia, carga y descarga en representaciones psíquicas diversas explicaría el dinamismo y la evolución del psiquismo. Esta explicación de lo psicológico a partir de la energía es lo que Freud llama economía mental (o punto de vista económico). Con todo, trasluce de forma inequívoca el presupuesto de un modelo mecanicista orientando su pensamiento.
A Darwin, Freud no sólo le debe parte de su determinismo, sino también su visión genética. Para explicar (y hacer desaparecer) los síntomas traumáticos del presente hay que retrotraerse hasta la historia infantil del paciente, en la cual son elementos importantes el complejo de Edipo y las pulsiones sexuales en sus fases biológicas en conflicto con la represión ejercida por la cultura. Pero, por otra parte, el punto de vista genético, que es esencial en biología, le conduce a la formulación de un concepto básico: el de instinto (Trieb). El instinto es la base de lo que Freud denomina explicación dinámica de lo psicológico. Según Freud, los organismos están originariamente en equilibrio o constancia; tal equilibrio queda roto por la acción estimular externa o interna, que, de todas maneras, el organismo –que obedece al principio de constancia (homeostasis)- trata de recuperar. Toda carga estimular conlleva una tensión en el organismo que éste debe resolver mediante una descarga que se logra a través de la acción del instinto. Hasta 1920, Freud sólo había admitido un solo instinto orientador: el del placer; a partir de ahora, menciona a éste y a la ‘pulsión de muerte’ o ‘pulsión de destrucción’.
El hecho de que Freud admitiera durante buena parte de su vida el principio del placer como el instinto fundamental de la conducta humana revela la incidencia que la tradición del hedonismo tiene en su obra. El hedonismo, si bien en una versión matizada, está presente en las ideas de John Stuart Mill, del cual Freud lo tomaría. Freud formula su hedonismo en términos energéticos, reproduciendo el modelo mecánico que hemos mencionado. Freud sostiene que todo estímulo desequilibrador es percibido displacenteramente por el organismo, mientras que el placer es el efecto psicológico que se sigue a la descarga derivada de la acción del instinto (y que, como ya hemos dicho, pretendería restaurar el viejo equilibrio).
3. La subjetividad en la primera y segunda tópicas
En el lenguaje de Freud, se conocen por ‘tópicas’ las clasificaciones estructurales que describen el aparato psíquico en diversas instancias o sistemas. Freud propuso dos: hasta 1923, consideraba que el psiquismo se dividía en Consciente / Preconsciente / Inconsciente; pero en El yo y el ello, publicado en 1923, mantiene que las divisiones básicas se establecen entre el Yo, el Superyó y el Ello.
En Más allá del principio del placer, Freud se cuestiona la idea de que el principio del placer sea la instancia rectora del curso de los procesos anímicos. Si así fuese, “la mayor parte de nuestros procesos psíquicos tendría que presentarse acompañada de placer o conducir a él, lo cual queda enérgicamente contradicho por la experiencia.” Un trastorno psicológico, que muestra variantes, le conduce a este cuestionamiento: se trata de la obsesión de repetición que aparece en los sueños de los enfermos de neurosis traumática (los que hoy en día se consideran pacientes con trastorno de stress postraumático) y en algunos juegos de los niños. Freud supone que la obsesión de repetición (que traslada al paciente de forma recurrente en su sueño a una situación muy desagradable que hubo de pasar, verbigracia, un accidente o la muerte de un ser querido o, en el caso del niño, la larga ausencia del padre) representa el intento de la psique por dominar absolutamente el acontecimiento traumático y debe entenderse como algo que se manifiesta “primariamente y con independencia del principio del placer”.
Eso significa que Freud ha encontrado una primera excepción a uno de sus principios generales más conocidos: el de que los sueños representan la satisfacción imaginativa de deseos reprimidos. Ahora bien, lo más importante es que Freud repara en este momento que la obsesión de repetición manifiesta en los sujetos un instinto diferente al que hasta entonces había considerado como fundamental y único.
El instinto de conservación, que, a nivel de especie, se expresa en la pulsión sexual o erótica, “se halla en curiosa contradicción con la hipótesis de que la total vida instintiva sirve para llevar al ser viviente hacia la muerte”. De manera que Freud se ve obligado a admitir que, junto al instinto que busca el placer, existe otro instinto contrario en el ser viviente, que le empuja hacia la muerte, una especie de pulsión de muerte. Todo instinto es, según Freud, “una tendencia propia de lo orgánico vivo a la reconstrucción de un estado anterior, que lo animado tuvo que abandonar bajo el influjo de fuerzas exteriores, perturbadoras”: eso significa que los instintos, sexuales o destructivos, liberan la energía acumulada por la estimulación externa o interna para hacer retornar al organismo a un estado de equilibrio.
¿En qué consistiría la redescripción freudiana en este punto? Si la subjetividad está sujeta a estas fuerzas, las cuales operan desde el inconsciente, entonces las dimensiones conscientes de la psique quedan devaluadas a funciones laterales o de segundo orden.
Freud señala que “la conciencia no puede ser un carácter general de los procesos anímicos, sino tan sólo una función especial de los mismos”. Por tanto, la conciencia es la punta consciente y extraña de un enorme iceberg de naturaleza inconsciente. Este carácter superficial de la conciencia es demostrado por Freud a través de la embriología: la conciencia, localizada en la corteza cerebral, habría permanecido ligada a la percepción sensible –y al sentido ingenuo de realidad que suele suministrar- y en parte ajena a la estimulación interna procedente del inconsciente. La conciencia sería, pues, una especie de isla absolutamente solitaria en medio de un océano subjetivo inconsciente. Ahora bien, su carácter de instancia intermedia entre la estimulación externa y la interna, del que Freud sacará bastante partido en El yo y el ello, le abocan a una existencia inestable, carente de la continuidad y firmeza que tradicionalmente se habían asociado a la conciencia o yo. Esta conclusión acaba siendo reforzada cuando Freud descubre, a través del examen del desarrollo de la libido en el niño, que el yo es “el verdadero y primitivo depósito de la libido, la cual parte luego de él para llegar hasta el objeto”. Si ese desplazamiento no se llega a producir, el yo deviene en fases ulteriores del desarrollo psicosexual el objeto anómalo del deseo, convirtiéndose en el origen y el centro del trastorno narcisista.
En El yo y el ello, Freud continúa la socavación de la idea clásica de subjetividad a partir de la interpretación supuestamente unívoca de los datos empíricos aportados por la observación de sus pacientes. Así, por ejemplo, Freud señala al comenzar su estudio que “la conciencia es un estado eminentemente transitorio. Una representación consciente en un momento dado no lo es ya en el inmediatamente ulterior, aunque pueda volver a serlo bajo condiciones fácilmente dadas”.
La consciencia es mostrada como una especie de Guadiana mental que tan pronto aparece como desaparece, manteniéndose su contenido latente en estos intervalos; con esta imagen, Freud se contrapone al supuesto tradicional según el cual la consciencia sería aquel estado mental permanente que, en virtud de esa misma permanencia, garantiza la continuidad de la identidad personal. En continuidad con su obra anterior, Freud distingue contenidos latentes, capaces de acceder a la consciencia y al lenguaje, de otros cuya efectiva represión les impide revelarse nunca como conscientes: se trata, de hecho, de la distinción entre preconsciente e inconsciente tal y como la estipula su primera tópica.
En este orden de cosas, dice: “la verdadera diferencia entre una representación inconsciente y una representación preconsciente (un pensamiento) consiste en que el material de la primera permanece oculto, mientras que la segunda se muestra enlazada con representaciones verbales.” Lo cual significa que ni el pensamiento ni su expresión lingüística pueden ser calificados como claros y transparentes para el propio sujeto que piensa o habla.
Ahora bien, lo decisivo en El yo y el ello no sólo es el surgimiento de la llamada segunda tópica -Freud sustituye el esquema ‘inconsciente / preconsciente / consciente’ por el de ‘ello / yo / superyó’-, sino, sobre todo, el hecho de que Freud establece una jerarquización de las instancias de la subjetividad atribuyendo a la dimensión inconsciente el papel principal y genético de las otras dos instancias. Por esa razón, dice:
“Un individuo es ahora, para nosotros, un ello psíquico desconocido e inconsciente, en cuya superficie aparece el yo, que se ha desarrollado partiendo del sistema P [Percepción], su nódulo. El yo no vuelve por completo al ello, sino que se limita a ocupar una parte de su superficie, esto es, la constituida por el sistema P., y tampoco se halla precisamente separada de él, pues confluye con él en su parte inferior.”
Es más, el yo es una parte del ello modificada por la influencia del mundo exterior a través del sistema perceptivo. Por otra parte, junto al ello y el yo, Freud introduce, como última instancia explicativa de determinados procesos psíquicos, al superyó. El superyó es, por decirlo de algún modo, la costra psíquica generada a partir de la primera y más importante identificación del individuo (la que tiene lugar con el padre) y que acumula los ideales morales y religiosos del individuo así como los productos de haber convertido en tales ideales las tendencias filogenéticas más arcaicas de los individuos. Freud, al igual que Darwin, el cual, en la obra La descendencia del hombre (1871), afirmaba que podemos encontrar indicios en los animales superiores de los sentidos moral, social y religioso supuestamente característicos de los seres humanos, no coloca el desarrollo evolutivo humano en un lugar especial y diferente del desarrollo animal. La peculiaridad del superyó, en todo caso, se encuentra en ser el heredero cristalizado psíquicamente del complejo de Edipo y, por consiguiente, en expresar al ello reprimido en forma de normas morales que derivan del carácter del padre qua padre. Si con la idea de que el pensamiento y el lenguaje incorporan elementos inconscientes latentes, Freud ha desbancado toda pretensión epistemológica seria a tales facultades, con la introducción del superyó, despoja a la ética de cualquier posibilidad de una expresión racional, objetiva e imparcial de sus preceptos. De este modo, el universo moral (lo que se relaciona con la culpa, la angustia, los dilemas, etc...) se convierte en el más personal e idiosincrásico de los asuntos.
Por consiguiente, la subjetividad se manifiesta como un mecanismo de emergencia y represión alternativa de la libido dentro del cual el yo –o la consciencia- está siempre a punto de naufragar entre las exigencias placenteras o destructivas y el sentimiento de culpa o la angustia generados por el superyó. Como de modo bastante gráfico expresa Freud: “[...] se rebela inútilmente el yo contra las exigencias del ello asesino y contra los reproches de la consciencia moral punitiva. [...] el ello es totalmente amoral; el yo se esfuerza por ser moral, y el superyó puede ser hipermoral y hacerse tan cruel entonces como el ello.” Pero esta imagen del mecanismo de la subjetividad ahora tiene los rasgos fundamentales de la precariedad y la dependencia. El sujeto ya no es otra cosa que este conflicto –de hecho, en la perspectiva evolutiva de la teoría psicoanalítica, se hace propiamente sujeto resolviendo en cada etapa de su desarrollo los requisitos en pugna de las diversas instancias psíquicas; pero el magma instintivo del que surge, y del que son cristalizaciones el yo y su ideal, el superyó, ya no permite valorarlo al modo cartesiano o kantiano.
La idea de un sujeto autónomo, emplazado en un supuesto lugar neutral, desde el cual juzga la corrección de las afirmaciones epistemológicas o éticas aparece destruida por aquello que esta idealización se proponía precisamente superar: la naturalidad o, en términos más concretos, la ambivalencia del cuerpo. Y es a formas diversas de esa naturalidad a las que el yo –siempre a punto de zozobrar- finalmente ha de acabar sirviendo. Por esa razón, Freud habla, en el capítulo final de El yo y el ello, de las tres servidumbres del yo:
“Mas, por otra parte, se nos muestra el yo como una pobre cosa sometida a tres distintas servidumbres y amenazada por tres diversos peligros, emanados, respectivamente, del mundo exterior, de la libido del yo y del rigor del superyó. [...] En calidad de instancia fronteriza quiere el yo constituirse en mediador entre el mundo exterior y el ello, intentando adoptar el ello al mundo exterior y alcanzar en éste los deseos del ello por medio de su actividad muscular.”
Los peligros que se ciernen sobre el yo y a los que se refiere Freud suponen siempre la caída en una forma de psicopatología específica. En otro texto de 1924, Neurosis y psicosis, Freud dictamina que todas las enfermedades mentales de importancia pueden describirse como una descompensación en este esquema de la segunda tópica: “La neurosis sería el resultado de un conflicto entre el yo y su ello y, en cambio, la psicosis, el desenlace análogo de tal perturbación de las relaciones entre el yo y el mundo exterior.” No obstante, como puede verse, Freud no establece una diferencia cualitativa entre las personas sanas y las enfermas: todas comparten la misma estructura tópica; lo que en todo caso marca la frontera entre la salud y la enfermedad mental es la manera peculiar en la que cada cual resuelve los conflictos generados por los desplazamientos de la libido en cada fase de desarrollo psicosexual. En este sentido, es la plasticidad que tiene el yo para deformarse o incluso escindirse lo que alivia la represión aunque sea a costa de la locura. En el mismo texto, Freud señala: “[...] el yo podrá evitar cualquier desenlace perjudicial en cualquier sentido, deformándose espontáneamente, tolerando daños en su unidad o incluso disociándose en algún caso. De este modo, las inconsecuencias y chifladuras de los hombres resultarían análogas a sus perversiones sexuales en el sentido de ahorrarles represiones.” En este sentido, Freud parece estar sugiriendo que las tendencias psicopáticas corren paralelas al proceso represivo, como precipicios que se abren a ambos lados del desarrollo cultural al que los hombres están históricamente abocados. Naturalmente, sin represión no hay cultura, no hay posibilidad de civilización; pero la represión es también el semillero de la enajenación.
4. El yo contingente de Rorty
Richard Rorty comienza su obra Contingencia, ironía y solidaridad recordando que la historia intelectual de Occidente dio un brusco giro con la Revolución Francesa y, en particular, con el hecho de que los hombres pudieron entender por vez primera como algo plausible entonces que la verdad es algo que se construye en lugar de ser algo que se halla. La idea de que todo lo que los hombres hacen en el terreno teórico y en el práctico está sometido a las contingencias de ese hacer, de ese construir, es lo que determina que pueda hablarse de una filosofía de la contingencia, cuyas manifestaciones se observan en el lenguaje, en las comunidades humanas organizadas políticamente y en la subjetividad. Para Rorty, todos los pensadores interesantes del siglo XX han sido aquellos que, cabalgando sobre esta idea –la de que la verdad se construye, no se halla-, han hecho todo lo posible por redescribir las viejas cuestiones filosóficas en términos tales que su tratamiento actual aparezca ya como considerablemente obsoleto. En ese sentido, la figura de su ironista liberal entronca con los autores interesantes en los que piensa: Nietzsche, Freud, Proust, Nabokov, Foucault, etc. porque éstos son “personas que reconocen la contingencia de sus creencias y de sus deseos más fundamentales: personas lo bastante historicistas y nominalistas para haber abandonado la idea de que esas creencias y esos deseos fundamentales remiten a algo que está más allá del tiempo y del azar.”
En el caso particular de Freud, según Rorty, nos encontramos con un pensador que desdiviniza al yo mediante una explicación en la que hace remontar a la consciencia a sus orígenes, situados en las contingencias de su educación. Tanto es así que Rorty no puede evitar citar aquel pasaje tan conocido del psicólogo vienés en el que afirma que el objetivo de su obra es “tratar al azar como digno de determinar nuestro destino” . Pero Rorty, además de subrayarle esta faceta de valedor anticipado de una filosofía de la contingencia, también encuentra en Freud a un autor cuya gran influencia en la cultura popular ha servido, entre otras cosas, para hacer visible y aceptable la idea nietzscheana de la verdad como “un ejército móvil de metáforas”. ¿Por qué? Pues porque Freud “Ve toda vida como un intento de revestirse de sus propias metáforas.” Las explicaciones psicoanalíticas de los sueños o de las fantasías tienen por objeto decirle al propio soñador o fantaseador el sentido secreto de su propia existencia. Un sentido, por otra parte, que no puede expresarse con el lenguaje de la filosofía o de la ciencia más rigurosa, sino sólo con el lenguaje de la poesía o la metáfora. Esta reivindicación de un léxico literario, a pesar de que Freud buscara descifrarlo mediante el léxico de la ciencia positivista, representa un punto de contacto directo con Nietzsche, que también propone al poeta vigoroso como modelo dionisíaco a la altura de la época. Freud, por otro lado, al vincular las características contingentes de la personalidad –patológicas o no- de los individuos con su afán por construir sistemas filosóficos o por expresar una exquisita piedad religiosa, “echa abajo las distinciones tradicionales entre lo más elevado y lo más bajo, lo esencial y lo accidental, lo central y lo periférico” .
Por lo que respecta a la subjetividad, la obra de Freud “nos ayuda a considerar seriamente la posibilidad de que no haya una facultad central, un yo central, llamado ‘razón’, y, por tanto, a tomar en serio el perspectivismo y el pragmatismo nietzscheano.” Este rechazo de la subjetividad clásica o, por mejor decir, esta redescripción de la subjetividad por parte de Freud representa también para Rorty un modo de orillar todos los intentos originados en Platón de unificar lo público y lo privado, las partes del Estado y las del alma, la justicia social y la autorrealización personal. En suma, es un modo de decirnos que la conflictividad idiosincrásica interna a la subjetividad de cada cual nos imposibilita para toda comprensión totalizante, universal y definitiva de lo que es el hombre y de lo que éste puede hacer individual y colectivamente. No obstante, para Rorty, incluso en la metodología podemos detectar la actualidad de Freud, porque éste no sigue los caminos trillados de la crítica filosófica al uso sino la nueva manera de una filosofía de la contingencia, que consiste, no en proponer argumentos con los que destruir las viejas perspectivas, sino nuevas metáforas con el propósito de hacer ver la escasa o nula expresividad de las antiguas:
“Pero –y ése es el punto decisivo- [Freud] no lo hace a la tradicional manera filosófica, reduccionista. No nos dice que el arte es en realidad sublimación, o la construcción de sistemas filosóficos meramente paranoia, o la religión meramente el confuso recuerdo del padre feroz. No nos dice que la vida humana sea meramente una continua recanalización de energía libidinal. No está interesado en invocar una distinción entre la realidad y la apariencia diciendo que una cosa es ‘meramente’ o ‘realmente’ algo muy diferente. Únicamente se propone darnos una nueva redescripción de las cosas para que las coloquemos al lado de las otras, un léxico más, otro conjunto de metáforas que él cree que tienen la posibilidad de ser utilizadas y por tanto literalizadas.”
La aportación de Freud, pues, consistiría en haber hecho atractiva para muchas personas una nueva redescripción de la subjetividad, y ello, siendo mucho más consciente que los pensadores anteriores acerca de su carácter provisional, metafórico e histórico. Rorty nos sugiere que el hecho de que hoy no podamos evitar las referencias a Freud al hablar del hombre sólo puede significar su próxima e inevitable obsolescencia histórica. Lo que una voluntad (o un conjunto de voluntades) quiso expresar habrá de ser desplazado por lo que otra voluntad (o conjunto de voluntades) quiera expresar un día. Eso es lo que significa tener en cuenta a la historia y haber tomado en serio el dictum de Nietzsche acerca de la muerte de Dios. Freud no ha hallado la verdad acerca del hombre, sino que ha expresado un conjunto de metáforas acerca del mismo que ha tenido el arraigo suficiente como para ser considerado un “apriori cultural”. Provisto de las armas de la ciencia, pero con el pathos del poeta vigoroso romántico, Freud dijo “así lo quise” respecto al hombre y no “así es”. En este esfuerzo creativo reside el valor de su obra; un valor –por expresarnos en el (según Rorty) anticuado lenguaje de la Ilustración- relativo.
Adolfo Vásquez Rocca PH. D.
http://www.psikeba.com.ar/obras/AVR/autor.htm
Bibliografía
CAPARRÓS, A.: Los paradigmas en psicología, Horsori, Barcelona, 1980, (capítulo 3).
DESPRATS-PÉQUIGNOT, C.: El psicoanálisis, Alianza, Madrid, 1997, (capítulos 1 y 5).
FREUD, S.: Psicología de las masas, Alianza, Madrid, 1987.
________: El yo y el ello, Alianza, Madrid, 1977.
________: Tres ensayos sobre teoría sexual, Alianza, Madrid, 1987.
________: La interpretación de los sueños, Planeta-Agostini, Barcelona, 1992.
LEAHEY, T.: Historia de la psicología, Debate, Madrid, 1991, (capítulo 8).
MARTÍ, E.: Psicología evolutiva, Anthropos, Barcelona, 1991, (capítulo 4).
RORTY, R.: Contingencia, ironía y solidaridad, Paidós, Barcelona, 1991, (capítulo 2).
Escrito con ocasión del Seminario de RORTY: ironismo liberal y giro narrativo de la Filosofía.
Dictado en el INSTITUTO DE FILOSOFIA de la PUCV
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATOLICA DE VALPARAISO
Por el Profesor
Dr. Adolfo Vásquez Rocca
PROGRAMA DE POSTGRADO
Seminario de Rorty: ironismo liberal y giro narrativo de la Filosofía.
Período Académico - 2005
Descripción
A través del análisis de las obras fundamentales de Rorty se intentará fundamentar la tesis de según la cual no hay ni jerarquía ni diferencia radical entre las disciplinas o géneros discursivos, tanto en las así llamadas humanidades como en las ciencias positivas. Unas y otras componen un todo de continuidad.
Mostrar a través de ejemplos y de la discusión crítica la diversidad de ‘juegos de lenguaje’ y de prácticas sociales variadas y diversamente relacionadas. Asimismo, se analizará el giro narrativo de la ética descrito por Rorty, entendido éste como la descripción de experiencias humanas concretas, como el dolor o la traición, las que al ser compartidas, a través de distintos géneros logran producir la necesaria empatía desde la cual se gesta la solidaridad y la compasión.
Objetivo(s) General(es)
1. ] Que el alumno sea capaz de analizar supuestos y fundamentar hipótesis con rigor lógico y consistencia argumentativa dentro del “sistema” o marco conceptual de la filosofía neo-pragmática de Rorty.
2. ] Que el alumno sea capaz de desarrollar tesis propias o una toma de posición frente a las ideas de Rorty y expresarlas en un Ensayo, para luego defenderlas en una ponencia.
Objetivos Específicos
1.- Mostrar a partir del análisis y comentario de los textos fundamentales de Rorty cómo la ciencia, así como la ética son un género literario, así como también, la literatura es un género de investigación. Y evidenciar cómo entre los enunciados de hecho y los enunciados de valor no hay ninguna distinción absoluta e independiente de acuerdos históricos y contextuales de los seres humanos, ni tampoco entre la verdad y la ficción.
2.- Vincular los sujetos ideales que se desprenden de la distinción rortyana entre lo público y lo privado con los tipos de filosofía postnietzscheana que durante los últimos cien años han concebido su relación con la tradición filosófica de un modo pragmatista, antirrepresentacionalista y poético.
3.- A partir de la distinción entre lo público y lo privado presentada por Rorty, se buscará clarificar las condiciones que posibilitan la construcción del espacio de lo público desde una perspectiva pragmática. Para ello, en primer lugar, se fundamenta el hecho de que lo público tiene que ser precisamente construido y no descubierto, lo cual deroga toda fundamentación esencial de lo político y abre la posibilidad de la inconmensurabilidad entre “lo público y lo público”. En segundo lugar, se intentará dar respuesta a dicha posibilidad, desde la esperanza social anclada en la solidaridad como ampliación del nosotros. Finalmente, se mostrará cómo la apuesta rortyana conlleva el desmantelamiento de la propuesta universal y racionalista de la ética kantiana.
Contenidos
El neopragmatismo de Rorty
El giro narrativo de la Filosofía.
La contingencia del lenguaje:
La contingencia del yo
La contingencia de una comunidad liberal
Ironía privada y esperanza liberal
Creación de sí mismo y afiliación: Proust, Nietzsche y Heidegger
De la teoría ironista a las alusiones privadas: Derrida
La crueldad en Orwell y Nabokov
Léxico último e ironismo liberal.
Filosofía, literatura y solidaridad
El giro narrativo de la ética y la educación sentimental
El concepto de ‘we-intentions’ y el sentido del compromiso moral
Rorty y el giro historicista de la filosofía; algunas tensiones entre lo público y lo privado
Ejemplares y conciudadanos; sujetos ideales en Rorty
La filosofía como ciencia, como metáfora y como política
El futuro de la Filosofía
Metodología
Análisis de Textos
Discusión socializada
Simulación Gnoseológica
Laboratorio de Problemas
Exposición
Evaluación
Ponencia y defensa 30 %
Prueba 30 %
Trabajo de Ensayo 40 %
Bibliografía
RORTY, Richard, Contingencia, ironía y solidaridad, Ed. Paidós, Barcelona, 1991.
RORTY, Richard, Objetividad, relativismo y verdad, Paidos, Barcelona, 1996.
RORTY, Richard Ensayos sobre Heidegger y otros pensadores contemporáneos, Paidos, Barcelona, 1996.
RORTY, Richard, Pragmatismo y Política. Editorial Paidós, Barcelona, 1997.
RORTY, Richard, ¿Esperanza o Conocimiento? Una introducción al pragmatismo, Fondo de Cultura Económica, S.A., Buenos Aires 1997.
RORTY, Richard, DERRIDA, Jacques - LACLAU, Ernesto; Desconstruccion y pragmatismo, Paidós, Barcelona, 1997
RORTY, Richard, Un mundo sin substancias o esencias. En ¿Esperanza o Conocimiento? Una introducción al pragmatismo (pp.43-76). Fondo de Cultura Económica, S.A., Buenos Aires 1997
RORTY, Richard, Filosofía y futuro, Barcelona, Editorial Gedisa, 2002
Dr, Adolfo Vásquez Rocca
Contacto
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
UNAB
E-mail:adolfovrocca@gmail.com
Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo, Argentina. ISSN 1669-9092 http://www.konvergencias.net/
* Columnista y colaborador permanente en Staff de Revistas y publicaciones españolas, entre las que se cuentan:
A PARTE REI ISSN: 1137-8204 -Revista de la Sociedad de Estudios Filosóficos de Madrid-
NÓMADAS Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas ISSN 1578-6730 - Universidad Complutense de Madrid.
EIKASIA Revista de Filosofía, ISSN 1885-5679 - Oviedo, España
DEBATS Revista de Filosofía y crítica cultural, ISSN 0212-0585, Institució Alfons el Magnànim, Valencia.
Director de Revista Observaciones Filosóficas
http://www.observacionesfilosoficas.net/
Tengo que agradecer a Vásquez Rocca este inédito de su seminario de 2005 sobre Rorty en el que de un modo bastante claro recorre sus antecedentes freudianos.
Con Rorty, y con todo el valor que da a este relato, podemos pensar que la construcción psicoanalítica es poco conclusiva sobre la subjetividad, aunque ayude a entenderla fuera de la linealidad y polaridad modernas y premodernas.
"Richard Rorty (1931 - 2007) in memoriam" Dr. Adolfo Vásquez Rocca
Muchas gracias Daniel
Su nota y sobretodo el aprecio por Rorty que la misma muestra me motivó a sumarme al homenaje "in memoriam"
Un abrazo
Adolfo
Reseña y semblanza de Richard Rorty
martes 26 de junio, 2007 (inédito)
1.
Hace algunos años cuando dicte mi primer Seminario de Postgrado acerca de Richard Rorty tuve algunos estudiantes inscritos, otros como alumnos libres en calidad de 'turistas-curiosos' ante la expectativa de algo no muy corriente: un filosofo norteamericano, más aún un férreo opositor a la política de Bush, nacido en una familia trotskista, defensor de la literatura como fuente de una ética colectiva. Pero ¿por qué Rorty? Porque me pareció un pensador de una honestidad poco frecuente en la Filosofía. Que además de un inigualable estilo poseía un atípico sentido del humor, un ironismo capaz de tomar distancia ante sí mismo y no tomarse demasiado en serio. Creo que con Rorty descubrí un nuevo estado de animo en la Filosofía, así como una disposición al debate transparente y frontal, al diálogo interdisciplinario genuino, a la discusión crítica y al pensamiento original e independiente, al aire libre, como condición de la higiene y buena salud de la Filosofía. Así con Rorty la Filosofía me pareció y no me equivocaba, podía salir del marco hermético de ciertos departamentos universitarios, aislados y emplazados como sociedades secretas, con sus propias retóricas, sus propios ritos de iniciación e incluso sus propios santones.
Rorty, profesor de Filosofía en la Universidad de Princeton hasta que en 1983 renunció a su cátedra para ocupar el puesto de profesor de Humanidades en la Universidad de Virginia, y es precisamente el antiesencialismo y el antifundamentalismo– esto es la renuncia a toda pretensión de poseer un método o una posición privilegiada para acceder a la verdad– lo que está en la base de esta renuncia. Rorty optó por situar a la filosofía junto con la crítica literaria, la poesía, el arte y otras formas de las así llamadas humanidades y yo que por aquel entonces me integraba a un Departamento Universitario cuya denominación era Artes y Humanidades no pude sino terminar prestando atención a este intelectual atípico, lleno de entusiasmo pese a los más de 70 años y la carga de ser el último pensador norteamericano.
Gracias a su formación en la tradición de la filosofía analítica angloamericana y su vinculación con el pensamiento centroeuropeo, Rorty lograba como ningún otro filosofo contemporáneo convocar a estudiantes con intereses diversos, desde la analítica dura a la literatura de anticipación. Para él, integrar diversas corrientes en sus investigaciones filosóficas le resultaba natural, estaba particularmente dotado para resistir ante la amenaza constante que acecha a toda filosofía de convertirse en ideología, en una militancia totalitaria y sesgada. Rorty en cambio concedía a sus ideas el carácter de modestas descripciones, aún cuando se esforzaba por seducir a sus interlocutores, jamás rozo el dogmatismo ni hizo adoctrinamiento ni proselitismo de lo que ya se dejaba entrever como una Filosofía de nuevo cuño, un nuevo estilo de encarar las cosas, lo que luego se conocería como el neo-pragmatismo, donde hablar del mundo -más allá de toda ingenuidad realista- es simplemente valerse de las las metáforas favoritas de cada uno para realizar un arreglo floral del mundo, para construir una narrativa exitosa, una que funcione, estamos, no hay que olvidarlo, ante el heredero de la tradición pragmatista norteamericana. Rorty ha dialogado con las grandes corrientes filosóficas contemporáneas, desde la filosofía analítica a la teoría crítica, y con sus grandes autores, desde Martin Heidegger hasta John Rawls.
Rorty realizaba además una atractiva apuesta por la literatura como fuente de una ética de la solidaridad, apuesta que refrendó con su biografía, la misma que acaba de cerrar su última página con su fallecimiento en la Universidad de Stanford hace poco más de un mes, el pasado 8 de junio a los 75 años.
Lo qué sigue es la transcripción de un Artículo que fue publicado originalmente en el Nº 27 de Revista Philosophica -publicación oficial del Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso:
Rorty: el giro narrativo de la ética o la filosofía como género literario
I
Rorty nació en Nueva York, en 1931. Fue profesor de filosofía en la Universidad de Princeton hasta que en 1983 renunció a su cátedra de filosofía para ocupar el puesto de profesor de Humanidades en la Universidad de Virginia y posteriormente el de Literatura comparada en Stanford. Dicho cambio profesional no es ajeno a sus tesis sobre el papel de la filosofía. Rorty rechaza la filosofia como una búsqueda privilegiada de fundamentos. En este sentido se sitúa, por una parte, en la línea que entronca con el pragmatismo americano, especialmente en la tradición de Dewey; y por otra, en la línea de la filosofía postnietzscheana de Wittgenstein y Heidegger que retoman el impulso poético como camino a la reflexión y, finalmente, entronca con la crítica de filósofos como Quine, Sellars y Davidson al esencialismo y al dogma del representacionismo.
Richard Rorty parte en Contingencia, ironía y solidaridad1 de la contingencia del lenguaje, del yo y de la comunidad liberal. Basándose en la actitud wittgensteiniana desarrollada por Davidson, Rorty afirma la historicidad del lenguaje. El lenguaje y la cultura europea no son más que una contingencia, en expresión de Rorty el resultado de miles de pequeñas mutaciones.2
Precisamente lo que los románticos expresaban al afirmar que la imaginación, y no la razón, es la facultad humana fundamental era el descubrimiento de que el principal instrumento de cambio cultural es el talento de hablar de forma diferente respecto del mundo y sus instituciones, más que el talento de argumentar bien. El cambio de juegos de lenguaje y de otras prácticas sociales puede producir seres humanos de una especie que antes nunca había existido.
Este último “método” de la filosofía es igual al “método” de la política utópica o de la ciencia revolucionaria (como opuesta a la política parlamentaria). El método consiste en la redescripción de nuevas formas de vida, hasta que se logre crear una pauta de conducta lingüística que la generación en ciernes se siente tentada a adoptar, haciéndoles así buscar estas nuevas formas de conducta no lingüística: por ejemplo, la adopción de nuevo enfoque científico o la conformación de nuevas instituciones sociales. Sugiere que, por ejemplo, podríamos proponernos dejar de hacer ciertas cosas y comenzar a hacer otras. Pero, como debe advertirse, no se trata de argumentar en favor de esa sugerencia sobre la base de los criterios precedentes comunes al viejo y al nuevo juego del lenguaje. Pues en la medida en que el nuevo lenguaje sea realmente nuevo, no podrá haber tales criterios.
De acuerdo con esta estrategia, no habrá de ofrecerse argumentos en contra del léxico que nos proponemos sustituir. En lugar de ello se intentará hacer que el léxico que preferimos se presente atractivo y deseable, mostrando el modo en que se puede emplear para describir nuevos modos de ser humano o de organizar la convivencia.
Es en este contexto que, para Rorty, se da una férrea concatenación entre verdades – léxicos – y ‘formas de vida’, de suerte que si hay verdades es porque hay lenguajes y si hay nuevos lenguajes habrá nuevos tipos de seres humanos. La verdad, como reinvención del mundo, depende de los léxicos, de la construcción de nuevas ficciones, esto es, de léxicos que no pueden ser sino construcciones de los seres humanos. Según esto no poseemos una conciencia prelinguística a la que el lenguaje deba ajustarse, no tenemos una percepción profunda de cómo son las cosas, lo que tenemos es simplemente una disposición a emplear el lenguaje de nuestros ancestros, a venerar los cadáveres de sus metáforas.
El lenguaje cobra aquí una importancia capital. La ciencia, así como la ética, aparecen en Rorty como un género literario y la literatura como un género de investigación. Entre los enunciados de hecho y los enunciados de valor no hay ninguna distinción absoluta e independiente de acuerdos históricos y contextuales de los seres humanos, ni tampoco entre la verdad y la ficción.
Por ello el que Rorty haya aceptado la solicitud de la Universidad de Stanford para enseñar literatura comparada no constituye un cambio sólo académico, sino fundamentalmente programático, una declaración de principios. Ya en la Universidad de Virginia enseñó, la mayor parte del tiempo filosofía no-analítica (Nietzsche, Heidegger, Derrida, etc.) a estudiantes de literatura que eran los que mayoritariamente leían sus libros.
Para Rorty no tiene mayor relevancia el hecho de que le hayan llamado para ocupar un puesto en la especialidad de literatura comparada y no en la de filosofía; como mucho muestra el abismo entre la filosofía no-analítica y la analítica en los departamentos de filosofía de las universidades norteamericanas.
Rorty propone así realizar una eliminación de la distinción entre géneros, pensar el conjunto de la cultura, de las ciencias exactas a la poesía como una actividad única, continua y sin fisuras, en la que las divisiones sean sólo practicas, institucionales y pedagógicas.3
En el concepto de Rorty no hay ni jerarquía ni diferencia radical entre las disciplinas o géneros discursivos, tanto en las así llamadas humanidades como en las ciencias positivas. Una y otra componen un todo de continuidad en el cual es necesario poner la filosofía, la poesía, la novela , la crítica literaria, la sociología, el ensayo , la mitología, la historia y las ciencias en general, incluidas las ciencias matemáticas y naturales. Todo ello es ‘juego de lenguaje’ o de prácticas sociales variadas y diversamente relacionadas.
Rorty ha sostenido en reiteradas ocasiones que la dedicación a la literatura en muchos aspectos es más importante que la dedicación a la filosofía. La literatura es más importante en un aspecto muy concreto, esto es, cuando se trata de conseguir un progreso moral. La literatura contribuye a la ampliación de la capacidad de imaginación moral, porque nos hace más sensibles en la medida en que profundiza nuestra comprensión de las diferencias entre las personas y de la diversidad de sus necesidades. La filosofía es útil cuando se trata de resumir en principios los resultados de la propia comprensión moral, pero no es de gran ayuda en la ampliación de esta comprensión. Las reflexiones filosóficas sobre cuestiones de moral no han contribuido mucho a la eliminación de la esclavitud; al contrario de algunas narraciones sobre la vida de los esclavos.
Así Rorty sostendrá que es en realidad la literatura, y no la filosofía la que puede promover un sentido genuino de la solidaridad humana, esto a partir de la lectura de novelistas como Orwell y Nabokov. Se busca la descripción ya no de formulaciones abstractas, sino de experiencias humanas concretas, como el dolor o la traición, las que al ser compartidas, generen la necesaria empatía desde la cual se geste la solidaridad y la compasión.
Este proceso de llegar a concebir a los demás seres humanos como “uno de nosotros”, y no como “ellos”, depende de una descripción detallada de cómo son las personas que desconocemos y de una redescripción de de cómo somos nosotros. Ello no es tarea de una teoría, sino de géneros tales como la etnografía, el informe periodístico, el drama documental, el cine y, especialmente, la novela. Ficciones como las de Dickens o Richard Wright nos proporcionan detalles acerca de formas de sufrimiento padecidas por personas en las que anteriormente no habíamos reparado. Ficciones como las de Henry James o Nabokov nos dan detalles acerca de la crueldad de la que somos capaces y, con ello, nos permiten redescribirnos a nosotros mismos. Esa es la razón por la cual la novela, el cine y la televisión poco a poco, pero ininterrumpidamente, han ido reemplazando al sermón y al tratado como principales vehículos del cambio y del progreso moral.
La razón literaria, en la medida en que es una razón estética, es una razón sensible al sufrimiento del otro o, en otras palabras, es una razón compasiva.
Sin una imaginación literaria no es posible conmoverse ante el mal. La educación sentimental y literaria busca formar individuos que sean capaces de indignarse ante el horror. La razón educativa desde el punto de vista literario es una razón perturbadora, es una razón sensible a la humillación del otro. Vivimos en un tiempo en el que la razón instrumental (medios-fines) amenaza con imponerse. Esto todavía resulta más relevante con la aparición de la moderna ciencia económica, que, junto a su principal instrumento técnico, la estadística, se ha convertido en la ciencia social por excelencia.
La realidad es inseparable de la ficción porque es inseparable del lenguaje o de los lenguajes, de la palabra o de las palabras y de los silencios. La realidad es inseparable de la ficción porque vivimos en un “mundo interpretado”, un mundo que muda y acerca del cual realizamos múltiples redescripciones.
La filosofía no hace más que mostrarnos la contingencia de nuestros relatos –el hecho que dependen de prácticas sociales compartidas– y facilitar una conversación con otros. Es más un género literario, una novela en serie, que una disciplina que permita que sus cultores accedan a una realidad que quedaría más allá de la historicidad de las prácticas compartidas.
En términos de Bloom, esto no es otra cosa que la conciencia de que las convicciones más profundas que uno tiene son el resultado de un logro poético y creador del pasado. A ello se añade el reconocimiento de que nunca habrá un último poema, nunca un final del proceso de confrontación con la historia. Siempre habrá espacio para la creación de sí mismo, pero ninguna creación de sí mismo puede ser ratificada por algo que se halle fuera de ella.
La Ética se constituye como reflexión y disciplina precisamente porque la razón humana es incierta, porque los seres humanos estamos con-viviendo en un mundo interpretado, en un universo simbólico, en el que todo lo que hacemos y decimos se eleva sobre un horizonte de provisionalidad.
En el giro narrativo de la Ética propuesto por Rorty se asume, pues, que no existe ninguna instancia metateórica que legitime sus enunciados, ningún punto de vista trascendental, ningún meta-léxico, ningún dogma que consiga escapar a las figuras de las que nos servimos para construir sentido.
II
Rorty, cabe aclarar, no se limita a sostener que el único logro de la literatura sea la sensibilización ante las necesidades de otros seres humanos, lo que sería en última instancia una reducción de la misma a la calidad de mero instrumental. Sus logros son muy diversos y sería imposible hacer una lista completa de sus funciones. A veces, las obras literarias cumplen la misma finalidad que los proyectos de sistemas filosóficos: por ejemplo, Kafka y Orwell desarrollan algo así como una “visión del mundo”, son creadores de sentido, aunque nadie los calificaría como filósofos.
Los novelistas y poetas amplían nuestro lenguaje usando metáforas o parábolas que después, en algún momento, se convierten en giros establecidos. En este aspecto específico, la filosofía es conservadora y tremendamente sobria, mientras que la poesía es radical y exploradora. Cuando los filósofos declaran: “Nosotros tenemos argumentos razonables, los poetas no los tienen”, de hecho están diciendo: “Nosotros nos dedicamos a aquello que ya está sobre la mesa”. Los poetas pueden replicar a ello: “Sí, pero nosotros, en ocasiones, ponemos algo nuevo sobre la mesa”4.
Rorty se instala así en el proyecto de la filosofía como metáfora. Donde esta viene a ser “el punto de crecimiento del lenguaje”. Según Rorty la metáfora permite concebir el espacio lógico como ámbito de la posibilidad. A este respecto es que Nietzsche puede ser considerado como precursor de la posición rortyana, a saber, la de la indisoluble unión entre creación de metáforas y constitución de verdades. En varios pasajes de sus obras, pero sobre todo, en un pequeño escrito: Sobre Verdad y Mentira en sentido extramoral (publicado póstumamente en 1903), Nietzsche ha sostenido, como lo hará Rorty posteriormente, que la fuente original del lenguaje y del conocimiento no está en la lógica sino en la imaginación. En la capacidad radical e innovadora que tiene la mente humana de crear metáforas, enigmas y modelos: “¿Qué es entonces la verdad? Una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes. Las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas, sino como metal”.5
Estos supuestos dan la clave de la respuesta de Nietzsche a la pregunta por el impulso a la verdad. El hombre es un animal social y ha adquirido el compromiso moral de “mentir gregariamente”, pero con el tiempo y el uso inveterado “se olvida [...] de su situación [...] por tanto miente inconscientemente y en virtud de hábitos seculares y precisamente en virtud de esta inconsciencia [...] de este olvido, adquiere el sentimiento de verdad”6.
Debe recordarse que aquí mentir ha dejado de ser algo que pertenezca a la moralidad y se convierte en “desviación consciente de la realidad que se encuentra en el mito, el arte y la metáfora”. Mentir, en el terreno de la estética, es simplemente el estímulo consciente e intencional de la ilusión.
Nietzsche nos desconcierta al sugerir que “lo que llamamos ‘verdades’ son sólo mentiras útiles”. La misma confusión se halla ocasionalmente en Derrida allí donde, de “no existe una realidad como la que los metafísicos han tenido la esperanza de descubrir”, se infiere que “lo que llamamos ‘real’ no es en realidad real”. Con tales confusiones Nietzsche y Derrida se exponen, en opinión de Rorty, a la objeción de inconsistencia autorreferencial, es decir, de que declaran conocer lo que ellos mismos declaran que no es posible conocer.
Esta necesidad de metáfora Nietzsche la extrapola a todos los campos del quehacer humano, tanto los del saber como los del lenguaje. Convirtiéndose así en un impulso fundamental del hombre, aún cuando esté produciendo conceptos para la ciencia. “...conocer es simplemente trabajar con la metáfora favorita de uno... porque la construcción de metáforas es el instinto fundamental del hombre.”
Estamos pues, con Nietzsche y Rorty, instalados en un nuevo tipo de razón. La razón narrativa.
La metáfora permite una nueva visión, una nueva organización del universo, un nuevo orden, pero lo realmente nuevo son las asociaciones que permiten ese nuevo orden. Inventar una metáfora es crear asociaciones nuevas, es inventar nuevos modos de ser hombre y de organizar la convivencia, así dar lugar a una metáfora es crear sentido, abrir un lugar, convertir la vida en una faena poética.
La explicación que, por su parte, Freud da de la fantasía inconsciente nos muestra de qué modo es posible ver la vida de todo ser humano como un poema; o, mas exactamente, la vida de todo ser humano no tan oprimida por el dolor que sea incapaz de adquirir un lenguaje ni tan hundido en el trabajo que no que no disponga de tiempo para generar una descripción de sí mismo. De ahí que se diga, como lo expresa Rieff, que Freud democratizo el genio dando a cada cual un inconciente creador. Freud nos mostró que la imaginación –nuestro talento ficcional– pertenece a la constitución misma de la mente, que esta es, en un sentido fundamental, una facultad productora de poesía7. Freud nos enseño a ver toda la vida como un intento de revestirnos de nuestras propias metáforas. Las explicaciones psicoanalíticas de los sueños o de las fantasías tienen por objeto revelarle al propio sujeto de estas cuál es el sentido secreto acerca de su propia existencia que estas “metáforas” comportan. Toda realidad exige ser descifrada de un modo tan nuevo como nueva es la forma de presentarse la realidad en cada momento8, de ahí que la razón que la descifre habrá de se una razón creadora.9 Freud, ve así, toda vida como un intento de revestirse de sus propias metáforas.
Rorty reconoce en Freud el mérito de haber introducido, de haber hecho visible y aceptable la idea nietzscheana de la verdad como “un ejército móvil de metáforas”, estableciendo esta idea como un verdadero a-priori del habla empírica, como un lugar común de la cultura.
Freud, incluso más aún que la de Proust, fue la mentalidad mitopoética de nuestra era; fue tanto nuestro teólogo y nuestro filósofo moral como nuestro psicólogo y principal hacedor de ficciones”10. Podemos empezar a comprender el papel de Freud en nuestra cultura concibiéndolo como el moralista que contribuyó a desdivinizar el yo haciendo remontar la consciencia a sus orígenes, situados en las contingencias de nuestra educación.
Lo extraordinario de la concepción freudiana, según cabe notar, es su afirmación de que nuestro yo inconciente no es un animal mudo, retraído y tambaleante, sino más bien la vigorosa contraparte de nuestro sí mismo conciente, el posible interpelador de nuestro yo. Esta idea de que hay uno o mas personas astutas, expresivas e inventivas operando detrás de la escena –guisando nuestros sueños, disponiendo nuestras metáforas, tramando nuestros sueños, disponiendo nuestros deslices y censurando nuestros recuerdos– es lo que cautiva la imaginación del lector profano de Freud. Como señala el propio Freud, si el psicoanálisis se hubiese limitado a las neurosis, nunca habría atraído la atención de los intelectuales.
Así, según la interpretación rortyana de Freud, su obra nos permite construir narrativas más ricas y verosímiles porque cubren todas las acciones que realizamos en el curso de nuestra vida, incluso las acciones absurdas, crueles y autodestructivas. Freud nos ayudo en el intento de articular semejante narrativas, un intento que no minimiza la contingencia de nuestros relatos.
De allí que para Rorty sea indiferente el objeto o suceso articulador de las explicaciones con que intentamos dotar de sentido al mundo y a nuestros hechos, el entramado del mundo no necesita ser una ciencia positiva, filosóficamente es irrelevante si el mundo esta poblado por objetos duros o blandos, más aún, es filosóficamente inesencial que este poblado; de ahí que Rorty, epistemológicamente democrático, considere todos los objetos que pueblan el mundo, desde los quarks hasta las instituciones democráticas, simétricamente, sin distinciones epistemológicas entre objetos “duros”, los de la ciencia, y objetos “blandos”, los de las humanidades, que legitimen la jerarquía entre los saberes. Todo objeto, sea un átomo o el teatro de Beckett, es como un número; no hay nada que saber sobre él excepto las infinitas relaciones que mantiene con otros objetos. En este sentido, “desde un punto de vista abiertamente pragmatista, no hay una diferencia importante entre mesas y textos, protones y poemas. Para un pragmatista, todas estas cosas son simplemente permanentes posibilidades de uso, y por consiguiente, de redescripción, reinterpretación y manipulación”.11
Es en razón de este panrelacionalismo que se impone la recontextualización; si la única “esencia” de cualquier elemento es la de encontrarse en relación contingente y holística con los demás, la de formar parte de un contexto cambiante que es lo que le otorga, como sucede con el signo saussuriano, significación; la recontextualización, esto es, la modificación, el retejido quineano de las relaciones y contextos previos, aparece como el medio más apropiado, primero, de concebir toda investigación, de alterar, segundo, las relaciones heredadas por la tradición con un cambio radical de posición de los elementos, con la creación de un nuevo contexto en el que subsumir lo familiar o con la incorporación de nuevas instancias que cambien y aumenten el espectro de relaciones que afrontamos. La recontextualización sustituye la metafórica de la verticalidad por la metafórica de la amplitud.
Si vemos la indagación intelectual a la manera de una redescripción a gran escala consciente y deliberada, la ciencia pasará a ser vista como la empresa caracterizada por una meta; la inclusión de un número cada vez mayor de datos que haga posible la formulación de descripciones más útiles de la realidad. En moral, la recontextualización se mueve con el fin de aumentar la simpatía, la incorporación de nuevos grupos humanos al pronombre “nosotros” que aminoren la exclusión. En uno y otro caso el “criterio de validez” de los vocabularios es la capacidad inclusiva que ostentan, y no su presunta aproximación a la naturaleza del mundo o del hombre. Frente a los espacios lógicos inalterados, que no admiten ningún nuevo candidato a creencia, el caso de las matemáticas, se alzan los contextos gobernados por la imaginación, en los que la irrupción de metáforas e invención de neologismos ocupan el papel principal. Reordenar el material previo implica, frente a la inferencia y deducción, propias de la epistemología, la puesta en acto de la imaginación y la inventiva, la restauración de las virtudes que el romanticismo reivindicó como contrapunto a la dominante soberanía de la matriz cartesiana.
Dr. Adolfo Vásquez Rocca
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso - Universidad Complutense de Madrid
Gracias por este nuevo inédito.
No había pensado en Rorty como un nuevo estado de ánimo, pero es cierto que es más positivo que muchos postmodernos.
No comparto algunos planteamientos de Quine, pero será por aficionado ignorante.
Volveré sobre la reconstextualización que puede ser una clave para lo que necesitamos pensar en este momento.
Gracias por tu generosidad. Si deseas que publique cualquier otro documento, no tienes porqué insertarlo en comentario. Utiliza los correos de cualquiera de mis blogs y lo publico como una (o varias entradas, si es muy extenso).
Richard Rorty es esa especie de pensador al que la(s) historia(s) de la(s) filosofía(s) nunca logrará concederle el suficiente reconocimiento a lo que ha legado creativamente al oficio filosófico. En su momento uno de los más originales lectores de la filosofía analítica y la filosofía del lenguaje (¿alguien ha olvidado su The Linguistic Turn?), ha ido interpretando a su modo la tradición pragmatista hasta derivar en lo que no pocos ya acogieron, la cultura postfilosófica. Pero si tendríamos que hablar de su logro más importante, en ese mismo camino de la creatividad, quizá sea pertinente pensar en esa forma de entretejer una serie de argumentaciones habitualmente ancladas en los fueros de continentales y anglosajones. Rorty es aquél filósofo que ha logrado hacer un díalogo iluminador entre Wittgenstein, Platón, Brandom, Peirce, Kant, Darwin, Sellars, James, Nietzsche, Davidson, Foucault, Quine, Derrida, Carnap, Heidegger, Freud, McDowell, Hegel, Wrigth, etc.
Rorty tiene otros aportes no menos relevantes tales como el haber afianzado una cultura antiesencialista, propuesto una imagen filosófica sin dicotomías, sugerido dar al traste con muchos pseudoproblemas y perturbaciones linguísticas, defendido una idea no-sentimental de los derechos humanos y del otro, mostrado otros modos de ver las prácticas así llamadas científicas, etcétera.
El Comité directivo de diaporein círculo peruano de investigaciones filosóficas y transdisciplinarias, con el apoyo del vicerrectorado Académico de la Universidad Mayor de San Marcos(Lima) llevará a cabo el viernes 13 de julio, a las 18:00 horas en el Auditorio principal de la Facultad de Letras de la misma Universidad, el Conversatorio qua homenaje reflexivo Richard Rorty: ciencia, lenguaje y esperanza social. Participan: Miguel Ángel Huamán (IIPPLA, Asesor del Vicerrectorado Académico de la UNMSM), José Carlos Ballón (IIPPLA, Director del Fondo editorial de la UNMSM), Zenón Depaz (IIPPLA, Asesor del Consejo Superior de Investigaciones de la UNMSM), Antonio Ramirez (Presidente del Comité Directivo de Diaporein, UNMSM) y Alan Pisconte (Miembro de SOLAR y profesor de la UNMSM). El ingreso es libre.
http://diaporein.blogspot.com/
Señor Daniel Martí: He intentado encontrar su correo electrónico, pero no lo he conseguido. En cualquier caso, le digo lo siguiente: Mi nombre es Lluís Pla Vargas. Soy doctorado en filosofía por la Universidad de Barcelona. Coedito la revista electrónica Astrolabio, vinculada al seminario de filosofía política de la la misma universidad. El artículo "Freud: la redescripción de la idea clásica de subjetividad" no es del señor Vásquez Rocca (que no entiendo por qué se lo apropia e incluso le cambia el título), sino mío. Apareció publicado por primera vez en la web del seminario de filosofía política www.ub.es/demoment en 2004. He tenido, pues, una desagradable sorpresa al leer esto en su página. De manera que, si tiene la bondad, le agradecería que hiciera los cambios pertinentes. Puede contactar conmigo, si lo cree conveniente, en lluisplavargas@gmail.com
Gracias.
Fe de erratas
Es efectivo el error indicado por el Sr. Lluís Pla Vargas, se trata de un lamentable equívoco, el texto inédito que creía haber enviado es el que a continuación copio, quedando claro que el Texto -que además es sobre FREUD -la redescripción de la idea clásica de subjetividad” pertenece al arriba indicado, lo que no entiendo es porque, si se hizo la reclamación aquí, el señor L. P. V. me escribe además a mi, presuponiendo mala fe, y sobretodo, interés personal, el de resguardar su propiedad intelectual, cuestión en la que esta en su derecho, lo haga desde el correo Institucional de la Revista dónde el es uno de los editores, pudiendo haberlo hecho desde su correo personal; Pues bien tratándose de una nota de homenaje a Rorty a quien siempre admire precisamente por sus cualidades personales, su buen tono y su siempre buena fe y honestidad intelectual, no cabe sino zanjar esta confusión señalando que de seguro confundí el Archivo al adjuntarlo, y, como no, ofrecer las disculpas del caso al profesor Pla Vargas, de quien tengo una óptima opinión tanto personal como académica.
Por otra parte Un saludo a mi amigo el Profesor Daniel Martí Pellón, quien ha procedido, precisamente con el buen tono, trato deferente y tino, arriba encomiados.
Mis Artículos, sobre RORTY son entre otros, por mencionar sólo algunos:
RICHARD RORTY
Artículos y (URLs) en Revistas Especializadas sobre Richard Rorty, el Pragmatismo y el Neo-Pragmatismo. Fuente: Biblioteca Cervantes
Rorty: pragmatismo, ironismo liberal y solidaridad
Prof. Dr. Adolfo Vásquez Rocca, En A Parte Rei 39, mayo de 2005, Revista de la Sociedad de Estudios Filosóficos de Madrid.
http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/vasquez39.pdf
Artículo reproducido en versión ampliada y autorizada en:
- Revista Telemática de Filosofía del Derecho, nº 8, 2004/2005, pp. 337 – 346.
Universidad Carlos III de Madrid (España, UE)
Revista POLIS de la Universidad Bolivariana, Número 011, Vol. (4),año 2005 / ISSN: 0717-6554
NÓMADAS Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas ISSN 1578-6730 - Universidad Complutense de Madrid. http://www.ucm.es/info/nomadas/12/avrocca3.html
Espacios Públicos, Universidad Autónoma del Estado de México
ISSN (Versión impresa): 1665-8140
http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/676/67681614.pdf
Pragmatismo y política en Rorty; la construcción del espacio público.
http://www.ub.es/astrolabio/Articulos2/Victor.vasquez.rocca.pdf
Dr. Adolfo Vásquez Rocca, En ASTROLABIO Revista internacional de filosofía, Nº 2 – Editada por la Universitat de Barcelona. 2006 http://www.ub.es/astrolabio/Articulos2/Victor.vasquez.rocca.pdf
Rorty: el Giro narrativo de la Ética o la Filosofía como género literario
http://serbal.pntic.mec.es/AParteRei/vasquez42.pdf
Dr. Adolfo Vásquez Rocca en A Parte Rei En A Parte Rei 42, 2006, Revista de la Sociedad de Estudios Filosóficos de Madrid.
Rorty; Neopragmatismo y Contingencia de una Comunidad Liberal
http://www.observacionesfilosoficas.net/rortypypolitica.html
Dr. Adolfo Vásquez Rocca en Revista de Observaciones Filosóficas
Rorty; La realidad como narrativa exitosa y la filosofía como género literario
http://www.limite.uta.cl/sumarios/indices/archivos/n13/1.pdf
Dr. Adolfo Vásquez Rocca en la revista Límite, Departamento de Filosofía y Psicología, Universidad T.
Ejemplares y conciudadanos. Filosofías y sujetos ideales en Rorty
http://www.observacionesfilosoficas.net/ponenciarorty.html
En Revista Observaciones Filosóficas
Director: Adolfo Vásquez Rocca | Revista Observaciones Filosóficas © 2005 - 2007 ISSN 0718-3712
Rorty: el Giro narrativo de la Ética o la Filosofía como género literario
http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/vasquez42.pdf
Artículo del Dr. Adolfo Vásquez Rocca en PHILOSOPHICA, Nº 29, 2006, Revista del Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, pp. 323 – 334
"Richard Rorty; del Pragmatismo a la Filosofía como genero literario",
Artículo del Dr. Adolfo Vásquez Rocca en Escáner Cultural, Revista de arte contemporáneo y nuevas tendencias, Nº 95 - Julio 2007; http://revista.escaner.cl/node/226
Reedición en Revista Almiar, Margen Cero, Madrid, Nº 34 Julio – agosto 2007
http://www.margencero.com/articulos/articulos_taber/rorty.html
Entre otras.
FUENTES: BibliotecaBiblioteca Miguel de Cervantes
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/MuestraRecursosWeb?portal=0&autor=8801
Directorio de Publicaciones - Ministerio de Cultura, España
http://roai.mcu.es/es/consulta/busqueda_referencia.cmd?campo=idautor&idValor=3440
Reitero mis impresiones sobre Rorty en el último trabajo citado
Queda pendiente este Artículo inédito para el siguiente Comentario u otra entrada de este valioso Blog.
Esta vez me daré el tiempo de revisar y no equivocar el Archivo,
Un cordial saludo
Dr. Adolfo Vásquez Rocca
Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV, Teoría del Conocimiento y Pensamiento Contemporáneo. Áreas de Especialización Antropología y Estética. - Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la PUCV, del Magíster en Etnopsicología - Escuela de Psicología PUCV. - Profesor de Antropología en la Escuela de Medicina, de Estética en el Departamento de Artes y Humanidades, Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Andrés Bello, UNAB. - Profesor asociado al Grupo Theoria Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado.
Director de la Revista Observaciones Filosóficas http://www.observacionesfilosoficas.net/
Secretario de Redacción de Philosophica, Revista del Instituto de Filosofía de a PUCV. ISSN0716–1913
Editor Asociado de Psikeba, Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Buenos Aires, ISSN 1850-339X http://www.psikeba.com.ar
Miembro del Consejo Editorial Internacional de la Fundación Ética Mundial de México, http://www.eticamundial.com.mx/fundacion.html
Miembro del Consejo Editorial Internacional de 'Cuadernos del Seminario' - Revista del Seminario del Espacio ISSN 0718-4247 Vicerrectoría de Investigación y Estudios Avanzados Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo, Argentina. ISSN 1669-9092 http://www.konvergencias.net/
Columnista y colaborador permanente en Staff de Revistas y publicaciones españolas, entre las que se cuentan:
A PARTE REI ISSN: 1137-8204 -Revista de la Sociedad de Estudios Filosóficos de Madrid-
NÓMADAS Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas ISSN 1578-6730 - Universidad Complutense de Madrid.
EIKASIA Revista de Filosofía, ISSN 1885-5679 - Oviedo, España
DEBATS Revista de Filosofía y crítica cultural, ISSN 0212-0585, Institució Alfons el Magnànim, Valencia.
EN PRENSA
VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo.
Libro: Peter Sloterdijk; La música de las Esferas y el olvido del ser desde todos los altavoces. Editorial Hombre y Mundo, México, 2007.
Libro: Rorty; Tensiones entre crueldad, solidaridad y progreso moral [Compilación de Conferencias en México D.F. Fundación2007.
Libro: Peter Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de climatización. Valencia, España.
Publicación programada para enero 2008
Muchas gracias a ambos por vuestro entendimiento. Pudimos comprobar cómo está disponible el artículo del doctor Luis Plá en doc y pdf en Astrolabio y cómo se trata de otros interesantes inéditos los que se anima a incluir en los comentarios a esta sucinta entrada el también doctor Adolfo Vásquez. Gracias por vuestras ideas y por vuestra afabilidad.
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