Es culpa del cine, repite Dan Gillmor (Bayosphere).
Un artículo en el New York Times sostiene que la imagen de los periodistas y de la empresas de comunicación está siendo perjudicada por la cartelera USA reciente.
Dicen que los fotógrafos de King Kong (otra vez él) no alcanzan el arte de Berzini en El ojo público. Aunque anden con basura parecida.
Tampoco es limpia y brillante la biografía del periodismo literario que cuenta Capote.
No es otra la base común, todo gira en torno a la investigación, blanca, negra o gris, en títulos en sala o a punto de llegar: el jardinero fiel, Munich o buenas noches y buena suerte.
Desde que el cine es industria se ha definido como entretenimiento y publicidad, y casi a partes iguales. No quedaban mucho mejor los periodistas de Primera plana (Front Page, 1974).
David Carr,desde la zona de economía de los medios del NYT levanta la voz por tanto título.
Pero en un repaso a enlace alzado de los ochenta a mí me salen aún más películas de o con periodistas: El año que vivimos peligrosamente, Bajo el fuego, El río de la vida, Al filo de la noticia (Broadcast News) o Detrás de la noticia (The Paper). Entre el romance, la intriga y la ambición personal a lo mejor no se vé bien al periodista que iban a las estrellas de aquellos carteles. No sé de balances culturales de imagen cinematográfica, pero sin ser un momento redondo de la profesión debió animar a algunas y algunos hacias las facultades de comunicación.
Aunque a mí me parece que donde se dijeron otras cosas fue en títulos como los gritos del silencio (Killing Fields) o agenda oculta (Hidden Agenda), con relaciones mediáticas menos evidentes y que habría que traerlas a las nuevas formas actuales de periodismo ciudadano para comentarlas.
Aunque me olvide de otras, no me estoy saltando Todos los hombres del presidente. Le toca al final, porque creo que ya se cita más que Primera plana y las clásicas. Desde la altura de observatorios globales de los medios, esta película es la bandera y el símbolo de lo que debe ser el periodismo, cuarto poder eficaz que atenaza la política.
Al menos por el pragmático resultado de derrocar a un presidente con una Watergate. Fuera de este puntazo electoral, pocos deben ver en los Woodward o Bernstein del celuloide grandes héroes o antihéroes cinematográficos.
Tienen mucha más chispa en la vida real (no sé si también son personajes), toda la caterva de directores de Late Shows Informativos allende las fronteras de la CBS, NBC, FOX... en la medianoches televisivas de media humanidad.
El cine caricaturiza cuando busca héroes, y en los casos que cita David Carr les ha tocado a los investigadores y periodistas de Informe Pelícano, los tres días del condor o el dilema (The Insider).
Nadie debería esperar una escultura renacentista de la verdad cuando alquila un ratito de butaca. Al menos mientras sigamos haciendo y sosteniendo el cine como hasta ahora.
Podemos jugar a elegir el mejor retrato del periodista en el cine, pero sin olvidar que es un juego, que son periodistas de cine.
David Carr, Hollywood Gives the Press a Bad Name, NYT 12-dec-2005.
Actualizo
Una relación exhaustiva películas de periodistas o de cine sobre los medios de comunicación se encuentra en la recopilación de Enrique Martínez-Salanova Sánchez, Periodismo y Cine.
Denostada y amada entre amigos y alumnos, El dilema (The Insider) es mi preferida para la reflexión y el debate, no sé con ventaja de cuál. Para decirlo todo tengo que reconocer que la dirección de actores no es buena, porque podrían dirigir a los Al Pacino y Robert de Niro de finales del siglo pasado. También pesa y alarga los diálogos la base real y el trasfondo argumental, tan justificado. Pero hoy por hoy sigo prefiriéndola.
Con José Manuel Rivas Troitiño se puede preferir la orientación profesional del asunto, la caída de los consejos de redacción, como explica en ¿los últimos días del periodismo romántico? (Estudios del mensaje periodístico, 6, 2000).
Para mí El Dilema no sólo cuenta la encrucijada de la investigación o del periodismo.
Algo tienen todas las obras de arte que en el fondo se comunican.
El dilema, siendo una mala traducción del título americano, es una buena representación de la cuestión crucial.
Que podemos comentar o interpretar con toda la profundidad con que G. Steiner construye el discurso en sus Antígonas.
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