Una vida dedicada a conocer y enseñar (biografía y enlaces, sus libros, colecciones de artículos de 1996-2003).
Mal conocido y mal interpretado en el franquismo; ignorado en la transición democrática. Y en ambos periodos, base e impulso de la escuálida o universitarizada vida intelectual española.
No cayó en medir la religión con el metro de París o el microscopio científico.
No osó convertir la ciencia desde dogmas o mandamientos.
Sólo por su sentido coherente y compatible de ciencia, religión y filosofía merece los honores del intelectual. Alguno recibió.
Por intentar vivir de la mejor manera y por ayudar a explicar su tiempo merecía honores ciudadadanos, que no recibió.
Personalmente le debo una de mis primeras experiencias filosóficas. Rodeado de señoras de cierta edad oí su ciclo de conferencias sobre la mujer. Debía ser 1974 o 1975. Describía el vestuario, el maquillaje... en distintas épocas. No sólo comparaba culturas. Cuestionaba las sucesivas identidades de la mujer y dejaba a aquel auditorio femenino y más bien madurito en las encrucijadas de su propia existencia en la sociedad en la que vivimos. Desde entonces conservo la experiencia de lo útil, eicaz y rentable que es la filosofía.
Como en otras vacaciones leeré filosofía, sociología... Tenía encargados varios libros recientes, pero no pensé en Marías. Y la verdad es que no me apetece ahora volver sobre sus estudios de filósofos españoles. Quizá el ambiente político enturbie esa lectura. Tampoco quiero recordar sus artículos o su manera de debatir con ocasión de películas. Ahora me parece más importante leer El mapa sobre el mundo pesonal, su libro sobre la felicidad humana o el Tratado sobre la convivencia.
Como otros escritos sobre Julián Marías en las últimas horas no he podido evitar lo personal. Le agradezco finalmente todo lo que ha regalado en recuerdos y vivencias.
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