Me perdí el homenaje a Randy, no sabía que murió este verano. Su última lección me pilló noqueado por otra pérdida y no ayudó a levantarme. Emociones aparte, hay muchos y muchas Randy que conservar y recordar.
No creo que exista la excelencia docente. O siento que las agencias de calidad la desvirtúan, que hacen desaparecer magníficos impulsos por no emborronar unas estadísticas que reducen, aún más, tu sueldo. Conozco y he disfrutado de excelentes profesoras y excelentes profesores. Son los culpables de cambios en nuestras ideas, en nuestras vidas... en parte puedo hacerlos responsables de que a la vuelta de los años, a pesar de leyes y Bolonias, queramos seguir siendo profesores.
En mi caso no espero saber motivar en mi vida. Enfermé de amores profundos, quizá heredados de otros mundos que hoy no encuentran mucho sentido compartirlos. Sé que estoy seriamente incapacitado para la evaluación por mucho que revise y actualice. A pesar de mis claras limitaciones (hay más) no veo otra pérdida de tiempo más interesante en la que malgastar mi vida. Siento que se fuera Randy, porque eso de la alegría no es natural en todo el género humano. Su mujer, tres peques...mierda! La suerte es que esta vez no tiraremos a los peces lo que hizo. La Carnegie y su país querrán sacar partido a las vueltas que le dió a eso de preparar unas clases, estimular a su gente... y cambiar vidas.
¡Valió la pena Randy! Vale la pena...
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