No puedo trabajar en la universidad y quedar indiferente sobre cómo cambie.
Por eso acepté participar en las comisiones y reuniones para los próximos planes de estudio.
Al final me cansan y roban un tiempo que disfrutaba con blogs.
Mientras recupero esas microlecturas y microescrituras, sólo tengo ojos para tanta reforma boloñesa desde mi rincón pontevedrés.
Durante los últimos meses, en las voces y cuerpos de distintas personas se han enfrentado ideales culturales con visiones pragmáticas de la universidad.
La lucha entre el alma mater y la fábrica de títulos deja en los oídos repasos sobre el valor de la cultura y de la crítica junto a la necesidad de servir a la sociedad y a nuestro entorno de un forma concreta y sensible por esos vecinos que precisamente estan manteniendo la institución.
No han sido muchos, por lo menos en mis reuniones, los que han pensado en abrir la universidad a la construcción colaborativa, participar en la conversación abierta...
Dudo si la imagina de la universidad que ver está del lado de los que reforman la universidad o más bien confirma la descomposición postmoderna de otra institución.
Lo que le pasa a la universidad no debe ser muy distinto a las convulsiones en los medios de comunicación, las empresas y demás. Aunque hay diferencias con esas leyes y plazos que nos ponen los nuevos grados a la vuelta de la esquina. Mientras tanto, ¿seremos capaces de acuerdar unos fines comunes para las aulas? Sin acuerdo en lo importante se comprende, y se padece, que cada poco estemos cambiando de formulario, descriptores, competencias.... En estas tierras de Galicia contruyeron ara solis los adoradores del sol donde la tierra se acababa y el sol se hundía en el océano. El rito diario del ocaso y del amanecer está más cerca de lo que pensamos.
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