Sigo vivo. Cuando pasan unos días sin tiempo para conectar, me planteo si ya he alcanzado la fase decadente del blog. No me parece. No encuentro salida a las presiones para ajustar la carrera a los gustos boloñeses, justo antes de empezar un par de nuevos cursos.
Las discusiones sobre la universidad medieval y la bondad de los departamentos ha llegado estos días a tal extremo que no reconocía a compañeros de años.
Así que he pasado unos días escribiendo con pluma y papel, como en los principios.
El fin de semana pateamos el bosque Ridimoas, viendo cómo están la raposa, las águilas y los jabalines de las últimas camadas.
Un paso de tiempo a ritmo prehistórico acompañados de la conversación de Pablo Oitaben, el cuidador y guía. Cuando estén las fotos enlazaremos (ya están, gracias a Carmela).
La pena es que cuidando de los peques no saqué a Carmela sobre una yegua de tres años... (A pesar de la noche, consiguió también alguna foto de Mancha, la yegua de Pablo y Concha retozando)
Pero la foto de la amazona esperará otro paseo por Ridimoas.
Quizá entonces ya nadie hablará de planes de estudio...
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