La carne es (deliciosamente) débil.
Un pobre artículo de prensa suscita una buena (algo larga) respuesta en el blog Pensamiento en Imágenes de J L Molinuevo. Habla de vulgaridad, democracia y cultura.
Selecciono las características del ciudadano con las que restaura ideas de Ortega y Gasset degradadas por el articulista.
Pero con ello entramos en el nudo de la cuestión, y es en lo que significa la palabra “ciudadano” que, por cierto, brilla por su ausencia en el texto. El ciudadano no es (no debería ser) un número, un voto, si no queremos caer en una “democracia morbosa”. Para Ortega la tragedia de España ha sido que triunfa el héroe cuando fracasa el ciudadano. Y ser ciudadano es algo tan simple como hacer cada uno lo que tiene que hacer. El ciudadano es la gente corriente (no vulgar) que no renuncia a ser excelente, es decir, a ser y dar lo mejor de sí mismo; que no está dispuesta al sacrificio cuantitativo de su yo y su individualidad; que no identifica la ciudadanía con los partidos políticos y puede realizar su aportación con o al margen de ellos. Más aún, que estima que la ciudadanía es un valor prepolítico. Y por ello, a la vez que reclama participar eficazmente en el diseño social, inventa nuevas formas de acción y participación ciudadana. Como, por ejemplo, los diversos movimientos agrupados en torno a la llamada “ciudadanía digital”.Por si alguien se creía lo del artículo vaya por delante esta apología del esfuerzo personal, de la participación y de búsqueda de valores. No retira la sombra del elitismo, que parece atacar más a los intelectuales, pero todo en su justa medida. Gracias José Luis.
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