No paramos de hablar de dinamismo y cambio social y, sin embargo, nos cuesta reconocer que la crisis es un estado bastante habitual en las identidades y en las organizaciones. Por muchos protocolos y preparativos para lo que pueda suceder, siempre surgen caos y desesperación. Por eso se llama catástrofe al echar por tierra de los desastres y calamidades.
Casi todas las catástrofes son sociales, también las medioambientales. Lo que debería prohibir gravemente a los gobernantes y responsables ocultar o ralentizar información. Ella puede facilitar la ayuda o aminorar las consecuencias. No son iguales los daños si sabes a qué atener, por mucho que te duela saber la verdad desde el principio. En esta sociedad muchas familias y profesionales prefieren seguir tapando, callar... Con la comprensible disculpa de no hacer pasarlo peor, de reducir los daños colaterales.
¿Por qué no dejar de de engañarnos? Ya no hay refugio donde la información no llegue. Parece que algunos móviles captaron mensajes describiendo la magnitud del accidente aéreo del MD-82 de Spanair ayer en Barajas mientras se describía desde el lugar del accidente en los primeros momentos. Y eran llamadas a otras provincias que interceptaron casualmente no se sabe qué líneas. Empiezan a ser "misterios que se repiten".
Y luego la consabida y dañina contrainformación "oficial". Limtando los datos y la magnitud, no ha reducido el dolor, como veremos cuando se vuelva contra ellos en los próximos días. Prefiero no hablar en este momento de comunicación desde organizaciones. Simplemente de criterios para el tratamiento de las personas en esta sociedad de las crisis.
3 comentarios:
El dolor nos pertenece y nos construye más solidamente que el placer. El dolor nos informa, pero a menudo nos negamos a escucharlo. Las personas somos sociedad, política, economía y, de principio a fin, medioambiente. Lo entenderemos antes o después.
De todas formas, algo que siempre me llama la atención es que información y dolor conforman una ecuación muy personal. Quiero decir que una información puede ser o no beneficiosa para quien la recibe según su estructura de personalidad y el momento en que se encuentra. Es realmente difícil buscar una solución global adecuada. Creo que no existe: cada persona necesitaría un tratamiento particular. Incluso habría gente que prefiere una información falsa para seguir adelante. Otros querrán la verdad. Otros quizá no quieran saber nada. Otros nunca encontrarán la información que les de paz.
Un asunto muy delicado y casi irresoluble.
Tristes saludos.
gracias por tu comentario, Jose. Conocer y respetar la naturaleza debería equilibrarnos.
Coincido, Julen. No saber es un fórmula extendida de narcótico. La información nos la administramos según capacidad, debería estar disponible para quien quiera acceder y alejada para quien necesite olvidar y respirar. Me quejo de lo que tenemos oscuridad, hasta que ocurre una tragedia. Y hastío con cábalas e imaginaciones después. Las políticas de información parecen justo lo contrario de lo que hablamos.
Perdona por el retraso estuve fuera.
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