Los sufridos lectores están acostumbrados al principio de indeterminación política que sigue esta bitácora. A riesgo de ser malinterpretado, por falta de contexto, entre otros motivos, me he permitido dos entradas algo duras con el nacionalismo.
La primera nota, sobre las posibilidades filosóficas o teóricas de entender o explicar el nacionalismo actual, desde dos perspectivas, antropológica y filosófico-realista. Creo que las conclusiones de sus autores son duras a pesar de las objecciones que planteo.
La segunda entrada (primera en tiempo) atiende a un discurso más prágmatico, el constitucional que desde la interpretación y despliegue de leyes calcula las posibilidades y los cauces para cambiar el modelo federal que tienen nuestras Comunidades Autónomas por otro. Tampoco esta vía parece tener cauces y posibilidades que no afecten a buena parte del andamiaje que nos cobija.
Perdóneme quien no me entienda y más aún el que interprete que deseo alargar un bla, bla, bla social y mediático de más de un año. Iba a los libros en busca de reflexión y fundamento cuando mi proceso pensativo ha sido congelado por la unilateral y estúpida comunicación de tres encapuchados que para simplificar la cuestión nos amenazan con su vuelta a las armas. En nombre de mi infructuoso y esforzado ejercicio intelectual les agradezco el revulsivo de su estúpido ejemplo que me hace volver con más ahinco sobre mis dudas y cuestiones. No inquietan mi elucubración ni me intimidan, porque a algunos conocidos y otros admirados ya los han matado. Me entristece la insondable estupidez en la que se encierran y la dificultad que entraña sacarlos de tamaña animalidad. Sólo reclamo lo que ya tengo: la colaboración inteligente y la integridad en nuestros entornos.
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