Tomando las palabras de unos de los notarios del acto, en mi opinión perfectamente cubierto (a falta de fotos y vídeos), recogiendo alguna de las visiones del acto, en las líneas Luis Villaplana, buen lenguaje bloguero que trasluce el mensaje de Mompart
los medios “construyen” la historia y se erigen como un poderoso Goliat contra la historia académica (y los historiadores), la de archivos y fuentes y datos aburridos hasta la médula.
Hoy no le atribuyo yo ese poder a las todopoderosas corporaciones energético - financiero - mediáticas, y menos me lo puedo imaginar en la hambrienta, también de información y formación, desnutrida sociedad española de postguerra. El espíritu decodificador suele rellenar la ausencia de periodistas y de maestros. Pradva impulsaba las ventas de libros cuando criticaba y proscribía. Por eso acaban desapareciendo todas las inquisiciones. Pero esto la lo discutiré cuando pueda leer los datos que apoyan estas conclusiones.
Me fijo en la actual guerra entre historiografías (de la guerra civil). Parece que la escuela de Annales, goleadora en los 70, pierde algunos partidos. Mi ignorancia histórica, monumental, monolítica, me impide etiquetar a los otros (con airillo Neocon). No arbitro en ese terreno de juego.
Cuando se acusa a los revisionistas, que lo son todos, de utilizar amplificadores mediáticos para imponer una victoria (¿definitiva? ¿científica?) sobre la historia ya escrita de la última, de nuestras cuatro guerras civiles recientes. Cuando se invoca el papelón y la culpa que los medios tienen en este oscurecimiento científico, sólo quiero recordar que nunca los periodistas habían alcanzado niveles de descrédito como los actuales, que pocos debieron imaginar una caída de lectores y de ventas en la prensa como la que vivimos y de la tele mejor no hablar, porque la poca historia y debate que se enciendió en la pantalla bailaba entre la encerrona y el panfleto para ocio general y espectáculo en línea con la programación habitual de la caja tonta. Y de esto tenemos datos al alcance de buscador.
Así que dejando al periodismo en el lado de su cruel realidad, y con todos los respetos para el constructivismo y los padres de la comunicología, devuelvo a los historiadores su derecho a la autocrítica y la revisión que vean más conveniente. Sin echarle luego culpas al árbitro de lo que se juegue en cada portería. La coincidencia con otra ley de pacificación, la de la memoria, ayudada en su recuerdo por la solidez historiográfica, sólo pone en el candelabro una cuestión que debe resolver esta ciencia. Su capacidad de superar crisis y de aportar al momento explicaciones complementarias y comprensivas, con capacidad de proyectar un futuro común le va a afectar a la imagen, como la mala prensa perjudicó al periodismo. Sin montarlo en el silencio o la mentira que no suelen servir de base. Las últimas cuatro guerras civiles, al menos, no sirvió.
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