Ya sé que Cibersociedad puede mejorar su revisión "por pares" de algunas comunicaciones. Que hay que ir cogiendo estilo de foro, para que haya conversación y no cuelgue de mi opinión junto a la tuya, pero vamos... es otra cosa. Un cibercongreso es de lo mejor que le puede estar pasando a la universidad, a toda la universidad en general. La academia puede todavía tomar alguna lección en los días que quedan.
Otra apertura que me ha gustado estos días -cuando me he enterado, debe llevar meses- ha sido el blog de usuarios de Mangas Verdes. Manuel M. Almeida da cancha en los posts al enterado de algo, sin tener que acceder a un correo o alos comentarios. Al me han escrito o me comentan le añade algun identificador de nombre o nick, personaliza al currante y asciende a postero, más co-autor.
Sin embargo, volviendo a visitar uno de esos blogs indy con buena comunidad del lectores, me ha parecido que el filtrado de comentadores, la moderación, puede estar limitando su pluralismo. Al menos parece demasiado aplastante, la mayoría de vítores al líder, en una conversación demasiado monocorde para ser como las demás. Da cierto aroma de solipsismo; alguien debe hacer caer en la cuenta al líder de cuando el dejá vú se pasa de iterativo.
Ese riesgo puede afectarnos a cualquiera, incluso a este tipo de comunidades postmodernas. Las comunidades pre y modernas, corren otros riesgos con la migración: continuismo, la reproducción en red de lo que se tenía (quiza?) fuera. Y es que la digitalización de colectivos puede demostrar niveles más bajos de comunicación y de comunidad que los que se suponían.
Pero la socialización de la comunicación y las relaciones mediadas por tecnologías, pueden reproducir costumbres heredadas entre los innovadores y en el lanzamiento de los mejor intencionados proyectos. Conocemos y sufrimos las batallas de los medios de comunicación y otras consecuencias del industrialismo socio-económico. Con otro espíritu (tardomoderno), y en otro tono y estilo, se pueden heredar afanes de conquista, vanidades coloniales por mera ósmosis de nuestras herramientas y esa sensación de pionerismo de iniciadores que acompaña a los descubridores de entornos digitales, de realidades virtuales, etc.
No sé por qué mi sentido de 2.0 aspira a comunidades de tipo habermasiano, a repartos de equilibrios. En principio lo uno no tiene que ver con lo otro. Quizá sea mi miedo de que volvamos a las carreras de los números, la larga cola del éxito, que tanto me recuerda a los proyectos de los primeros diarios, cadenas de radio o de televisión.
No hay una forma única de ser comunidad y menos ahora. Hace falta una cultura fuerte y algún principio de cohesión, pero no tiene porque tener esculpidas sus barreras (anti-) ni monumentalizada la identidad y ejemplaridad del líder.
Así me parece que tampoco la red social se justifica por pura expansión. La red que sólo aspire al contacto digital se queda en un magma nebuloso. No estoy en condiciones de juzgar la sabiduría de las multitudes como hace James Surowiecki. Y necesito un repaso urgente de las teorías de la comunicación de masas de principios del sXX, de Gabriel Tarde, de George Simmel y compañía.
Pero ee vuelvo a pasar, con otros posts de domingo. Concluyo, al corte:
la libertad, como la consigamos ofrecer y defender, pinta mejor que
el protagonismo sin mancha ni doblez que proyecta la personalización digital autorizada y reconocida, y mejor también que
el apabullante, inexplicable y caprichoso éxito de la casi totalidad de la humanidad.
Y en el filo, el equilibrio de lo humano. Humano, que no sea demasiado humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario