Si eres iconoclasta no escribas un libro sobre la imagen, y menos en la cultura digital... Pero tampoco soy Byung-Chul Han, filósofo de ascendencia coreana con una completa formación en el pensamiento alemán. La Sociedad de la transparencia (2013, tuiteos sobre el libro) es un ensayo de 100 páginas que incluso traducido se lee muy bien.
Situar el discurso de Han del lado de los anti-imagen es solo poner en antecedentes. No vas a leer un ensayo realista sobre el poder de la representación en las imágenes, uno de la Sontag, pongamos por caso. Así es que nuestro autor no encuentra visibilidad en la actualidad ni en las catástrofes que nos traen al móvil Twitter, Instagram y demás.
Su entrevista en Babelia (diario ElPaís) lo etiqueta claramente del lado de los críticos de la imagen mediatizada. Arremete contra la sociedad y la política del espectáculo: un inmenso escaparate del tener, que acabó con el ser; incluso diluyó el tener en el parecer o casi aparecer. Aunque cita más a autores como Heidegger, Simmel, Baudrillard, o incluso al teólogo Agamben o el semiótico Barthes, a mí me recuerda un montón el situacionismo de G. Debord, quizá demasiado francés para el ordenado pensamiento de Byung-Chul Han.
Reichstag dome in Berlin). No hace falta que nos vigilen. Publicamos nuestra vida, dejando a un click el control. Reducimos lo mejor de la imagen a un me gusta / no me gusta, casi sin mirar.
Entronizamos la transparencia, con lo que reducimos el sentido a mera información, o a su contaminación icónica. Y el imperativo de la transparencia nos obliga a aparecer, a la violencia de tener y gestionar una imagen. Sin esta apariencia ni existimos en el mundo digital.
Con un sentido profundo de la visualización, el filósofo Han recuerda la pasión romántica por lo sublime.
Oriental por el sentido trascendente que atribuye a aquellas imágenes que realmente merezcan una interpretación así, que soporten una iconología rigurosa, profunda, sugerente.
Germano y hermenéutico aparece, porque el mostrar sólo es sugerencia de lo oculto, para que uno recorra el maravilloso camino del desvelar. Este delicioso paseo por el decir de la imagen de Han nos hace suponer o incluso imaginar qué valora y a qué llama imagen este autor. Se le podrá acusar de otras cosas. Pero desde luego es contundente y clarito.
Muy recomendable para quienes disfrutan con la reflexión en los ratos de ocio. También para recapacitar quienes no desean verse absorbidos por sus rutinas digitales.
Como diría el premio nobel Gao Xingjian, "penetras de nuevo en las tinieblas que su voz te ha traído".
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