26 febrero 2007

Virtualidades

¿Cuánto ponemos en lo que conocemos? Como actividad que es, algo lleva de nuestro sello. Los hijos más idealistas de Platón o de Kant, dicen que la mayor parte es de cosecha nuestra. El mundo de las ideas no es sino una anticipación de Second Life.

Hay posturas más matéricas. Vemos las cosas como son y así se las contamos. Era el eslogan de los noticieros de una cadena de televisión hace unos años y casi sonaba infantil. Pero no menospreciemos. Los experimentales miden y cuentan. Y todo lo que encuentra Google Earth, Maps, etc. existe y tiene una indudable realidad. Lo virtual prolonga esas cosas materiales que antes contábamos y clasificábamos.

Entre la representación y la piedra está la actividad humana. Claro que recogemos, como nuestros antepasados homínidos. Pero también reconfiguramos y entregamos el producto a los demás. Recolección y cosecha, algo de recepción y algo de construcción.

En los mundos más virtuales rompemos las amarras materiales, pero a través de una detallada reproducción matérica. En la internet literaria, teóricamente más tradicional, conservamos sin embargo toda la fuerza simbólica intuitiva y proyectiva (intermedia como veía Cassirer el conocimiento y la forma) entre la racionalización lógica y el emotivismo irracional.

¿Dónde están los límites de los territorios colonizados, hasta dónde llega nuestra construcción virtual? Allá donde alcance la fuerza de los agentes que intervienen en el campo (como lo describe Bourdieu en la lógica de los campos). En Second Life puede ser tan estático y pasivo como el butacón desde el que viajas. La potencia simbólica de unos haikus antediluvianos pueden intranquilizarte por mucho tiempo.

Virtualidades distintas, potencialidades que se pueden cumplir. O no.

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