Desde varios puntos del mediterráneo miramos con angustia cómo las históricas naciones helenas se debaten en su agonía, entre la gangrena de la corrupción institucional y el no menos mortífero ahogamiento por cerrojazo financiero internacional. Otros tendréis mejores competencias administrativas y financieras que mis luces.
Me ocupa la cabeza si no estaremos contemplando el final de la Historia. Empezó con la escritura, la contabilidad y las primeras ciudades bañadas por unas mismas aguas templadas. Desde el salto neolítico y las edades metalúrgicas, ¿no estaremos atravesando otra grieta entre civilizaciones, hacia una edad del sílice y del grafeno con todo tipo de incrustaciones y vestidos digitales?
Cualquiera puede reconocer el papel que juega la comunicación en una nueva configuración social. Podemos compartir que en el arranque de las civilizaciones occidentales las historias de sofistas, los textos de la academia platónica, y en particular las obras peripatéticas rinden un oculto homenaje a las experiencias y las culturas orales de la Edad de Piedra. En su ordenada cabeza distribuye Aristóteles la poética, la retórica y la dialéctica. Como para que no se mezclen creatividad, comunicación y argumentación entretejidas de historias ancestrales luego ya canalizadas como discurso de Occidente.
Desde esas raíces pienso si no nos encontraremos al final de la escritura, de la Historia como la hemos relatado hasta ahora. Aquel primer desmembramiento filosófico de la comunicación ha terminado en especialidades profesionales: tecnológicas, documentalistas, redaccionales, artísticas... Demasiados ecos para unos latidos antiguos de la comunicación oral anterior a los alfabetos. Ahora que la escritura empieza a ceder su imperio frente a la voz y las imágenes, recuperamos con la digitalización cierto nomadismo y con las redes sociales algo de tribalidad, de otro tipo de comunidades. Eso de la alfabetización digital empieza a tener de todo: polisígnica, multisemántica, pluricanal... Y, como sus efectos sociales, todavía está sólo despuntando.
Supongo que tampoco tu querrás perder herencias o tradiciones como las nuestras. Mal que bien, los libros nos han traído hasta aquí. Y sirven como las cintas VHS para decoraciones modulares :-)
Pero lo que ponemos desde hace siglos en rollos o en estantes son nuestros acuerdos para unas libertades. Las vías más o menos comunes para un proyecto que interesa a la mayoría. Quedar en la modernidad democrática desGreciados es condenarnos a repetir lo de siempre hasta esta posthistoria: una barbarie intolerante y asesina que sobrevive mejor que el Fénix.
Sin duda están viejas las formas helenas, y en general toda la comunicación estatal o institucional. Pero no la originalidad, la apertura transparente ni la congruencia convincente. Poética de la innovación, Retórica de las diferentes comunidades y Dialécticas para los discursos generales y los proyectos de futuro siguen siendo nucleares y entrelazadas para una construcción social que no se puede hacer sin su pasado. Pero sólo con esos mimbres separados, tampoco hay cesto de una comunicación digital y contemporánea. Para quienes se acercan desde lejos; para quienes intentan hacer sociedad desde esta comunicación, quizá una última pregunta por hoy, ¿se puede desGreciar Europa?
Sin duda están viejas las formas helenas, y en general toda la comunicación estatal o institucional. Pero no la originalidad, la apertura transparente ni la congruencia convincente. Poética de la innovación, Retórica de las diferentes comunidades y Dialécticas para los discursos generales y los proyectos de futuro siguen siendo nucleares y entrelazadas para una construcción social que no se puede hacer sin su pasado. Pero sólo con esos mimbres separados, tampoco hay cesto de una comunicación digital y contemporánea. Para quienes se acercan desde lejos; para quienes intentan hacer sociedad desde esta comunicación, quizá una última pregunta por hoy, ¿se puede desGreciar Europa?