Cuando la mayor parte de los grados de comunicación en España han sido acreditados tras las primeras hornadas de egresados, se han consolidado también los postgrados -sobre todo como másteres- como cerrando un primer ciclo del ajuste al espacio europeo de educación superior (aka #bolonia) en este campo disciplinar de la comunicación.
Como resume Marta Perlado en la revisión de los títulos y sus programas, las relaciones públicas -que llegaron las últimas a las aulas universitarias- siguen minorizadas en cursos y materias. Y eso que su campo laboral sufre menos contracción en la desaparición contemporánea del trabajo automatizable.
Comentan estas líneas que también parece amainar la tormenta científica y epistemológica provocada por la original división española de áreas de conocimiento en periodismo, comunicación audiovisual y publicidad. Parece también fácilmente comprobable la percepción de falta de consistencia en mucha oferta educativa de este campo.
En general, se viene a decir que los postgrados adolecen de generalismo por el pactismo público al que se someten los másteres en las deliberativas universidades públicas, y, por otro lado, padecen "profesionalitis" una buena mayoría de másteres en universidades privadas. Añado que en estos últimos la universidad privada ha realizado una importante acotación de los territorios de prácticas en grandes empresas, públicas y privadas, radicadas en las principales ciudades españolas, sedes de la concentración universitaria española.
Coincido con estas páginas en la pequeña mejora del sector educativo para la comunicación, y aunque no se diga en el texto, también comprendo el falso debate nominalista. Y es que en estos tiempos se ha puesto de moda, por ejemplo, una inexistente organización de eventos, que resulta mucho más comprensible por mandatos del marketing universitario boloñes junto a la urgente necesidad de alumnos de postgrado en el mercado privado universitario.