Según las noticias y los anuncios van cayendo por la escalera de la credibilidad perdida, más sentido tiene que las organizaciones ensayen estrategias de relaciones públicas.
Se trata de una de esas disciplinas -aún sin colegios profesionales reconocidos- que la ciencia de la comunicación impulsa desde que consiguió grados y másteres universitarios. Enmascarada como comunicación corporativa o incluso como digitalización de las relaciones desde y entre organizaciones y ciudadanos, las relaciones con grupos de interés han crecido más allá del marketing relacional y de la unidireccional publicidad en medios masivos.
Aunque siguen trabajando para la industria cultural, los indicadores aún confirman caída de alcance mediático (que no periodístico) y baja interacción con las plataformas y los perfiles oficiales en internet. En ese panorama continuado de vacas flacas, ampliar el público objetivo a un abanico de tipos de interlocutor, la razón de ser de las relaciones públicas, no facilita precisamente la coherencia y cohesión que debe tener toda estrategia. Y en cima en un territorio continuadamente crítico. La estrategia publirrelacionista sólo -nada menos que- pretende construir o restaurar cauces de diálogo. Y busca, o consigue aportar, interlocutores y referentes en los entornos más complejos en esta década ominosa que estamos viviendo.
La opción cobarde, la más fácil para las corporates, sale cada vez más cara. Rechazar estas estrategias multiplica los gastos publicitarios y devalúa el sistema periodístico con propaganda política y marketing vacío. Si no que se lo digan a la energéticas y las industrias del automóvil que han pasado por caja las crisis de reputación aireadas en los últimos años.
Incluso los intentos más conservadores del sistema en decadencia terminan abocados a gestionar sus crisis periódicas en agencias y consultorías de rrpp. No hay muchas más oportunidades. Si queremos alargar la vida de las instituciones y de las corporaciones que aún se mantienen en pie, deben conseguir al menos un aprobado en el juicio social cada vez más informado, pero también más maleable de la opinión pública.
No sólo es aferrarse a las poltronas, a los beneficios a corto plazo (que cada vez duran menos). Una organización apuesta conscientemente por las relaciones públicas si mantiene valores compartibles, intención de servicio y responsabilidades con su territorio. El coste de esta opciones implica abrir la filosofía y la dirección a opiniones y voces alternativas. No son sólo relevantes,; son imprescindibles para un planeamiento verdaderamente estratégico y de futuro.
Esto va a complicar los criterios históricos de los profesionales que han mantenido una única portavocía en el tiempo. Exige revisar estrategias, incluso posibles vicios en la cultura de la organización. Pero de eso se mueren empresas e instituciones. De no conocer o no satisfacer demanda que antes fueron mudas y hoy se gritan en la plazas y en las redes.
Es tema abierto y su desenlace va a ser más de confluencia que de consenso.
Para plantear los conflictos entre discursos sociales, institucionales y corporativos hemos utilizado diagramas y gráficos de datos como los que aparecen a continuación. Nada dijo que fuera sencillo. Lo que intentamos es no ser agentes pasivos o estúpidos en todo lo que está pasando.
gif evolución europea del empleo |
#EuroStat European Commission |
proxectos galegos de custodia do territorio |
El Mundo 2016/10/18 |
We are drowning in information, while starving for wisdom. The world henceforth will be run by synthesizers, people able to put together the right information at the right time, think critically about it, and make important choices wisely.
— | E. O. Wilson wikiquote |
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