Malos tiempos para la lírica, dice la canción. Y para la investigación universitaria, que se las ve y se las desea. En España investigar ya era un lujo, algo que haces "a mayores" de tus clases.
Me comentan colegas portugueses que ese a mayores les va en la piel. El Estado vecino eliminará unas 500 titulaciones y llevan meses pasando al paro doctores y buenos investigadores a los que sólo queda la emigración.
No pinta de colores para investigar en universidades alejadas de las urbes, de esas metrópolis financieras donde se puede rascar algo para investigación aplicada; en un trabajo intelectual según las necesidades empresariales del momento.
Dejo para otros los comentarios sobre si perciben mejor o peor, poco o mucho, los problemas y las prioridades actuales.
En los campus menores y en las universidades periféricas hemos conocido la oferta del contrato programa de investigación. Los grupos menores de investigación deben coordinarse con otros grupos y pasar a una escala visible en la lista de cada universidad. Entonces ya puedes sumar los pequeños retornos económicos individuales de cada producción científica en una caja común.
Algo así como los micro-préstamos de ese excelente banquero indio Muhammad Yunus, al que no dieron el nobel de economía sino el de la paz. Con esos pocos es más fácil salir adelante.La caja común de un contrato programa permite gastar más en personas y no sólo en herramientas o fungibles y más allá del inexorable plazo anual de gasto que nos empobrecía hasta ahora.
Pero entenderse entre grupos reta a un consenso y una convivencia más activos que los habituales en la institución. Veamos pues el lado positivo de esta crisis. Quienes quieren mantener o mejorar la investigación deben trabajar juntos, buscar colegas y entendimiento. Si la colaboración no salía de la nada, algo podría crecer en la necesidad en la que hoy se encuentra.
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